miércoles, 9 de noviembre de 2016

Cultura, Artes y Tradiciones Populares, por Rafael Antonio Strauss K., 1985.©

Seminario Interno, Centro para el Estudio de las Artes y Tradiciones Populares, Caracas, lunes 18.11.1985.© 

Baso mi intervención en las siguientes proposiciones:

1.- Que no se sustente como elemento esencial de este Seminario lo concerniente a una diferenciación entre los vocablos folklore y popular. Si existe alguna diferencia, que lleguemos a establecerla o a otro resultado después de una discusión seria y, sobre todo, profunda.

2.- Que centremos nuestra atención en la ubicación de la creación y creatividad del pueblo venezolano como sector tradicionalmente marginado de las vivencias históricas, antropológicas, sociológicas, correspondientes a lo que conocemos como nación venezolana.

3.- Que como punto esencial de la discusión que nos proponemos, se considere la importancia del estudio histórico en la comprensión de la cultura venezolana.

Sugiero no considerar como esencial lo concerniente a una diferenciación entre popular y folklórico, como una manera práctica, y quizá un tanto impositiva, para evitar la tradicional ininteligibilidad con la que en la mayoría de los casos se acomete una discusión que se aboque a establecer diferencias entre aquellos vocablos. No creo que sea ni haya sido lo más importante. Me parece, inclusive, que si algo se ha logrado dilucidar en ese sentido no ha trascendido los límites de la erudición de congresos, coloquios y etcéteras que es donde por lo general se discute esas cuestiones. Todo ese palabreo, y discúlpeseme el tono irónico, de que las producciones del pueblo son esto o lo otro porque no han sido escritas, porque se transmiten por tradición oral, porque son o no anónimas, etc., me parece una forma falsa de basar una discusión que no ha debido nunca comenzar, porque se han puesto de lado asuntos más importantes. Me parece elitesco y clasista limitar con esas etiquetas una producción no escrita, sencillamente porque quien o quienes crearon no han tenido la escritura como instrumento de registro y/o de expresión. Habría que estudiar, por qué no la tuvieron, ni la tienen, en muchos casos; me parece falso calificar de anónima una producción que seguramente no resistió los embates de la mala memoria de un colectivo que no recordó o no recuerda ningún tipo de autoría, además de que la propiedad intelectual privada no es una característica esencial de la creación, de la producción del sector que quiero llamar pueblo.

Quienes iniciaron en Venezuela esta discusión y quienes la han continuado, no han hecho sino investirse con los aditamentos de una antropología colonialista y neocolonizante que, entre otras cosas, distrae el verdadero origen y las causas reales de los elementos que les han servido para clasificar como folklore la creación hecha por y en dicho sector, en desventaja, que ocupa un determinado lugar en el proceso productivo que como cultura nos ha caracterizado y nos caracteriza.

Quiero ser más claro (esto por si alguien me está grabando y no ande por ahí distorsionando mis palabras con sólo pedacitos de mis consideraciones, como ya ocurrió en cierta opcasión) Quiero ser más claro, repito. ¿Se ha definido pueblo, el vocablo pueblo? Para efectos del estudio del folklore tradicionalmente el sector que lo produce, es el sector rural. Esto, de por sí, no sólo es discutible; es, simplemente, falso. Se obvia, por ejemplo, que en países como el nuestro la gente migra en diversas direcciones -porque es necesario conseguir mejores condiciones de vida. Y que su tradición, su manera de llevar la existencia se la traen con ellos. En muchos estudios -por darle algún nombre- que uno lee, termina concluyendo lo siguiente: que el migrante del campo a la ciudad regresa los fines de semana, en número significativo, o en ocasiones especiales, a su pueblo, para revivir sus tradiciones. Esto ocurre y es significativo porque allí están implicados contenidos de identidad regional; pero ¿qué ocurre con los migrantes hacia las ciudades en las que entre otras cosas retoman sus tradiciones y las exhiben en el medio urbano? Pocos estudiosos del folklore han atendido este importante hecho en el que entre otras cosas, también se implican contenidos extranacionales, territorialmente hablando.

Casi se nos ha convencido de que el folklore es cosa del pasado, superada, elemento de atraso porque está al margen de la corriente llamada progreso, Han aupado esta concepción quienes no conciben la cultura del pueblo como ente dinámico y no anquilosado en inexistentes redes del pasado. Esta ha sido una concepción metodológica que nos ha llenado de monografías predominantemente descriptivas, propiciando, a su vez, entre otras cosas, una ausencia casi total de verdaderas investigaciones en las que la diacronía o análisis del proceso de la creación popular y del pueblo y su ubicación dentro del proceso productivo venezolano fuesen elementos esenciales. Y esto ha sido así porque quienes han dirigido –por decirlo de alguna manera– la investigación del pueblo en Venezuela, se han colocado al margen de la producción científica –comprobadamente útil–, y de la metodología 
comprobadamente necesaria, de la historia, la antropología, la sociología y, en general, de las ciencias todas, como creación humana que son. Y cuando se echó mano a algo de aquella producción y de aquella metodología se las utilizó en sus posibilidades menos críticas, más descriptivas, positivistas, antidialécticas, funcionalistas, estructuralistas, etc. Un gran temor embarga, no me cabe la menor duda, a quienes oficialmente han estudiado eso que decidieron etiquetar y anquilosar con la denominación de folklore, cuando se les emplaza a definir sus vínculos con las ciencias sociales. Recurren, cuando responden, a ese palabrerío altisonante e incomprensible, excepto para los doctos, de que tal o cual cosa es folklore, pero si esto o aquello o lo otro, entonces es popular y lo popular estotro porque el folklore, entonces… y paremos aquí.

Pero no es mi intención decretar la inexistencia de aquella discusión. Está planteada y querámoslo o no ella ha caracterizado buena parte del proceso discursivo que en torno a lo popular han mantenido los dos grandes sectores que, en Venezuela, han participado de dicha discusión: quienes oficialmente no han estudiado de manera idónea la cultura popular y quienes no hemos tenido sino una gran voluntad y mística en nuestro interés por lo popular. Propongo en consecuencia que como medida de sanidad conceptual y como una manera de saldar cuentas con lo que consideramos limitadas e inútiles concepciones, que no sólo discutamos todo ese proceso en este histórico seminario sino que el Centro para el Estudio de las Artes y Tradiciones Populares, en su División de Asuntos Académicos y de Capacitación y en su División de Investigación y Documentación conforme y mantenga un Seminario de Discusión Conceptual sobre Cultura Popular, debido, entre otras razones, a la dinámica misma de la cultura, y del cual me gustaría formar parte.

¿Como afrontar la inminencia constante de la tecnología y la filosofía de la comunicación en sectores etiquetados como productores naturales de lo que se describe como folklore? Los estudiosos tradicionales se cruzan de brazos porque sus ya superadas concepciones les atan las manos y les han atiborrado el cerebro domesticándoselo para expresiones como Todo está perdido, El folklore se está perdiendo, Ya el pueblo no produce folklore, La radio y la televisión están acabando con el folklore y tantas otras expresiones que no hacen sino olvidar que la creación del pueblo es tan real y dinámica como el sojuzgamiento incomunicacional al que está y ha estado sometido; porque esa creación se sustenta sobre la base de la creatividad humana y no hay nada natural más dinámico que la creatividad del ser humano. Cuando leemos la mayoría de las monografías y artículos y declaraciones que conformarían parte de nuestro documental en el área que nos ocupa, nos queda la impresión de que estamos ante la disección de un cadáver, que el pueblo venezolano está excluido de su propio proceso histórico, que el pueblo venezolano sólo existe en la medida en que compuso un canto o talló un pilón o asistió a la celebración de San Juan Bautista o se vistió de Diablo Danzante. Sin esto y según las concepciones que han alimentado la investigación de lo popular en Venezuela, el pueblo no existe. Más aún: se pretendió, en la práctica, estudiar las llamadas expresiones folklóricas tradicionales como contenidos y estructuras ‘a punto de desaparecer’, ‘agonizantes’, por más señas. Esto significa que les está negada toda inyección de reactivación, por aquello tantas manejado por nuestros folkloristas, dirigidos, esencialmente, por ’estudiosos’ de otras latitudes, con manual y todo, de que lo folklórico debe ser estudiado en su pureza. Cuando desaparezcan esas expresiones, su estructura, sus elementos, sus rasgos, entonces ya no pueden ser estudiadas.

¿Qué importa la pérdida del pilón si ahora hay esa maravilla que es la harina precocida, que libera de esclavitud de horario y de trabajo a la madre, a la esposa, a la mujer…? El problema aquí no es la pérdida del pilón, sino el capital social necesario, el desgaste obligatorio del obrero para producir esa harina y cuánto necesita cada venezolano para adquirirla; el problema aquí es qué hacer en el tiempo libre que se obtiene con la liberación que implica el uso de logro de la tecnología de la alimentación. ¿Vamos a continuar alimentando ese romanticismo con el que se ha precedido la reflexión sobre lo popular venezolano? Inventemos, entonces; dentro de nosotros -y el pueblo puede decirlo- tenemos la solución; en nosotros, como individuos y como colectivo, porque somos humanos y nos caracteriza la inventiva, la creatividad. Escuchemos a Don Simón Rodríguez: “O inventamos, o erramos”.


Información de interés en Internet

1985. Comisión Reestructuradora Ministerial. La menciona en “FUNDEF, Una institución para la tradición”, Carlos García Carbó. Músico e investigador. Director ejecutivo de programas y proyectos, FUNDEF.http://209.85.165.104/search?q=cache:iDQK9BReV5UJ:www.edumedia.org.ve/Productos/Apoyo/documentos/FUNDEF.pdf+rafael+strauss+m%C3%A9xico&hl=es&ct=clnk&cd=20&gl=ve “La reunificación institucional: Centro para las Culturas Populares y Tradicionales (1986-1990).- A mediados de 1985 las autoridades del CONAC deciden convocar una Comisión Reestructuradora del Instituto Nacional de Folklore, del Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore y del Museo Nacional de Folklore, con la finalidad de analizar el funcionamiento y la acción programática de cada institución y establecer una necesaria articulación entre ellas. La comisión integrada por José María Cruxent, Erika Wagner y Rafael Strauss, tras evaluar la situación, recomienda a la presidencia del CONAC unificar los tres entes bajo una nueva denominación, proponiendo para tal efecto la de Centro para el Estudio de las Artes y Tradiciones Populares. // Aceptada la propuesta por las autoridades del CONAC, se procedió a llevar a cabo reuniones técnicas entre el personal de los tres institutos y especialistas contratados, para establecer la plataforma organizacional, operativa y conceptual de la nueva institución.” El proyecto “para la unificación institucional INAF-INIDEF-MNF […] se consolida en 1987 bajo el nombre de Centro para las Culturas Populares y Tradicionales (CCPYT). // La reunificación institucional potencia los recursos humanos y materiales del nuevo ente e incrementa su patrimonio, y el nuevo nombre no es sólo un cambio de denominación sino un emblema que entraña un abordaje de mayor amplitud y pluralismo en el estudio y promoción de nuestro patrimonio”… [Transcripción parcial] www.edumedia.org.ve/Productos/Apoyo/documentos/FUNDEF.pdf



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