¿Instrumentos musicales prehispánicos en el actual estado Miranda? Rafael A. Strauss K. 1992.
No es posible afirmarlo ni negarlo. El conocimiento sobre el período prehispánico de la historia de América depende en buena parte de lo que informan los llamados cronista y de las consideraciones que la arqueología hace acerca de sus hallazgos. Otras fuentes, como las cartográficas y las lingüísticas, pueden informar acerca de ese momento de nuestra historia que he caracterizado como del contacto mutuo con lo nuevo. Para el caso de la pregunta planteada en este ensayo, que me ha sido solicitado, ninguno de los cronistas coloniales informa sobre instrumentos musicales prehispánicos en el área específica del actual estado Miranda, ni para el tiempo prehispánico propiamente dicho ni para el momento del contacto, cuando muchas de nuestras sociedades indígenas continúan usufructuando, en menor medida, ciertamente, la cultura que los caracterizara al momento del arribo conquistador de España.
Surgiría entonces la pregunta de si no sería ocioso buscar lo que de antemano sabemos que no existe, por lo menos en las únicas fuentes de que disponemos hasta el momento para conocer cualquier aspecto de la cultura indígena en tiempos prehispánicos. Algo de aquello y de esto comuniqué a los editores de la revista solicitante, a quienes, sin embargo, les pareció interesante que escribiera acerca de los argumentos esgrimidos.
A esto, que no deja de ser una limitación, habría que sumar otro hecho no menos importante, referido al carácter de nuestras culturas prehispánicas. Las sociedades indígenas que habitaron lo que actualmente es el territorio venezolano no alcanzaron niveles de desarrollo como el alcanzado por culturas como la maya, la azteca, la inca y la chibcha, lo cual en ningún momento calificaría como culturas o sociedades atrasadas a las de nuestro tiempo prehispánico. Exceptuando a las sociedades indígenas conocidas genéricamente como timoto-cuicas, en los Andes, a algunas en los actuales estados Lara y Falcón y a otras del área de los llanos occidentales, el resto de nuestro territorio se caracterizó por culturas en tránsito hacia la condición de pueblos agrícolas o pre-agrícolas. Las que alcanzaron este estadio, inclusive, no tuvieron tiempo de desarrollar un numeroso ajuar significativo y perdurable de cultura material, si nos atenemos a los hallazgos arqueológicos; y si nos atenemos a los informes de los cronistas, podríamos concluir que para el momento del contacto mutuo con lo nuevo no tenían en su haber cultural aquel numeroso ajuar significativo y perdurable. Al parecer, al momento de aquel contacto nuestras sociedades prehispánicas estaban en un proceso de especial reacomodo de sus culturas, dentro de una especie de "regionalización" generalizada.
Los pueblos de características esencialmente nomádicas, por otro lado, tienden a desarrollar lo menos posible un ajuar de cultura material pesado, pues ello entorpece la movilidad por sobre territorios preestablecidos por la experiencia hecha tradición, de lo que dependen para su subsistencia. La búsqueda del sustento propicia una limitación evidente de la producción de enseres más allá de los estrictamente necesarios, así como la implementación de una serie de medidas de control de la natalidad y la supresión de personas con impedimentos físicos y malformaciones genéticas.
Cuando se considera el pasado prehispánico de América en términos de áreas culturales -zona territorial ocupada por núcleos humanos que desarrollaron en forma semejante una serie de rasgos característicos referentes a la agricultura, a las costumbres sociales, a las creencias y prácticas religiosas, al lenguaje, a la artesanía, a las creaciones artísticas, etc. [F. Arellano, 1986]-, es posible interpretar con cierta libertad la presencia o ausencia de elementos, rasgos y complejos culturales. Puede hacerse lo mismo cuando la aplicación de aquella categoría analítica se hace para regiones geohistóricas más reducidas, en este caso Venezuela. Si bien es posible precisar, como en efecto se ha hecho, ausencias y presencias de elementos en cada una de las áreas en las que ha sido dividido nuestro tiempo prehispánico, no es posible considerar límites precisos en el caso de algunos elementos que por su naturaleza y papel dentro de cualquier cultura tienen carácter universal. Es el caso de la música, de las razones y el espíritu que amparan su creación y uso y de los instrumentos para ejecutarla. No significa esto, sin embargo, que el estudioso pueda hacer una transposición ilimitada de elementos culturales de un área a otra, aunque esas posibles transposiciones pueden fungir como hipótesis para futuras investigaciones.
Para el caso del tema que hoy nos ocupa, podrían intentarse transposiciones de elementos culturales de aquella naturaleza, desde áreas vecinas a la de los caribes de la costa, en la que algunos estudiosos, como Acosta Saignes y J. Steward, han detectado sub-áreas. Sus bases fueron la existencia de particularidades dentro de una misma área cultural. Como una base de la transposición podría pensarse en el hecho de que la falta de reportes por parte de los cronistas no significa necesariamente la inexistencia de un determinado elemento cultural. En el caso del área cultural prehispánica a la que correspondió el actual Estado Miranda, la de los caribes de la costa, la arqueología, quizá por falta de exhaustivos estudios, tampoco permite negarlo o afirmarlo.
En un intento de precisar la búsqueda de información etnohistórica y arqueológica disponible hasta el momento, es posible hacerlo si nos ubicamos dentro de la estructura de áreas culturales establecida por Miguel Acosta Saignes para los últimos momentos de nuestro tiempo prehispánico. Lo que actualmente es el Estado Miranda estaría incluido dentro del Area Cultural de la Costa Caribe, que iba desde Paria, al oriente, hasta Borburata, al occidente, con los Cumanagotos, los Palenques o Guarinos y los Caracas como sus tres sub-áreas [M. Acosta Saignes, 1946 y 1961]. En la gran síntesis de rasgos culturales que Acosta Saignes logró establecer para esta área cultural, destaca el uso de instrumentos musicales como tambores de piel, trompetas de caracol o botutos, flautas de pan y maracas.
Las maracas indígenas estaban decoradas con plumas y se usaban individualmente. Eran patrimonio exclusivo del piache, quien las utilizaba como elemento importante en sus prácticas de curación y sortilegios. Por lo menos en tres topónimos o nombres de lugares encontramos como raíz el término maraca -Maracapana, Maracay, Maracaibo-; los warao tienen un baile al que denominan de las maracas pequeñas y con el nombre de mara algunos cronistas conocieron una especie de resina para cazar, utilizada por los pueblos llaneros y guayaneses prehispánicos y por algunos de los que habitaron lo que hoy es el Estado Lara. En los bailes de corro se utilizaban maracas o cascabeles, así como en el baile de Las Turas, en el que aún se utilizan. En realidad, la maraca estuvo difundida durante nuestro tiempo prehispánico por prácticamente todo el territorio venezolano. Asimismo, trompetas, dentro de las que destacan grandes caracoles, trompetas de caracol o botuto (Strombus sp.), palabra derivada del cumanagoto botutu; trompetas de arcilla o de bambú y las trompetas de corteza, de hasta dos metros de largo, como las utilizadas por los piaroa y los sáliva. Por lo general, este instrumento se usaba esencialmente en tiempos de guerra para anunciar el inicio de la acción bélica y/o para otro tipo de mensajes. En cuanto a los tambores sabemos que había los 'de fricción', hechos con la caparazón de las tortugas y los 'de pie', hechos, por lo general, con grandes troncos. Entre los betoyes se reporta un tambor suspendido hecho con "un tronco de unas tres varas de largo y media vara de diámetro" [M. Acosta Saignes, (1966):104] y Gilij, al recoger la historia de algunos pueblos prehispánicos del Orinoco, habla del Amalivacá chamburai o tambor de Amalivacá [F. S. Gilij, II:29-30]. Otros instrumentos musicales del pasado prehispánico de Venezuela incluyen flautas de varios tipos, entre ellas las nasales, las de tibias de venado; pitos de carrizo, turas, el clarinete warao y algunos tipos de silbatos. Algunos cronistas reportan casos de flautas hechas con huesos humanos.
Más especificamente dentro del área cultural de la costa caribe, los cronistas reportan la afición especial de los indígenas píritu por la interpretación de instrumentos musicales. Entre los guarinos o palenques, se estilaban fiestas y otras ceremonias que se celebraban en los espacios residenciales del cacique. A estas fiestas sólo se invitaba a gente 'de rango', quienes iban ataviados con plumas, pectorales de oro y sartas de caracoles atadas a las piernas. Estas últimas se utilizaban principalmente en los bailes de corro y sonaban a modo de cascabeles. A la par que se danzaba se interpretaban cantos, muchos de los cuales eran en honor a los guerreros. Entre los toromaymas, algunos cronistas reportan el uso de trompetas del tipo botuto y entre los caracas se celebraba la fiesta Itanera. Esta fiesta aparece muy vinculada con los jóvenes iniciados en la piachería, en cuyas reuniones especiales untaban sus cuerpos con resinas y colorantes vegetales, se enmascaraban y se cubrían con vestidos de cortezas, mientras danzaban llevando en sus manos figuras de aves y otros animales, posiblemente en representación de sus tótems. Rafael A. Strauss K., 1992.
Referencias bibliográficas:
Acosta Saignes, Miguel. Los Caribes de la Costa Venezolana. Fondo de Cultura Económica. México, 1946. 61 p.
Acosta Saignes, Miguel. Estudios de Etnología antigua de Venezuela. UCV, Ediciones de la Biblioteca, 3 (Colección Ciencias Sociales II). Caracas, 1961, 247 p.
Acosta Saignes, Miguel. Historia de Venezuela. Epoca prehispánica. Editorial Mediterráneo. España, [1967]. 224 p.
Arellano, Fernando. Una introducción a la Venezuela prehispánica. UCAB. Caracas, 1986.
Gilij, Felipe Salvatore. Ensayo de historia americana. Traducción y estudio preliminar, Antonio Tovar. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (Serie: Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 71-73). 2ª edic. Caracas, 1987. 3 t.
Gumilla, José. El Orinoco ilustrado y defendido. Estudios preliminares, José Nucete Sardi, Demetrio Ramos Pérez y Constantino Bayle. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (Serie: Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 68). Caracas, 1963. 524 p.
Steward, Julian H. "Culture Area and Cultural Type in aboriginal America: Methodological considerations". En: Theory and culture change. University of Illinois Press. Urbana, 1955. pp. 78-97.
Strauss K., Rafael A. El tiempo prehispánico de Venezuela. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas, 1992.
No hay comentarios:
Publicar un comentario