Etnocidio
Armenio, 90º aniversario©. Discurso leído por el Orador de Orden Prof. Rafael A. Strauss K.,
el Sábado 23.4.2005 en el Auditorio del Jardín Botánico de la Universidad
Central de Venezuela, Caracas, a las 10 a.m.
Monseñor Gomidas Ohanian, representante de
la Iglesia Apostólica Armenia de Venezuela. / Sr. Marcos Zarikian, Cónsul de la
República de Armenia. / Dr. Krikor Postalian, Presidente de la Comunidad
Armenia de Venezuela. /Abogada, Lucía Fernández de Devletian, ponente en esta
conmemoración.
Saludo desde esta tribuna, la vida oculta de los cientos de
árboles plantados por el amor en esta aula universitaria de la flora… Saludo,
también, la sangre vegetal que como fuerza invisible y de esperanza se trastoca
serena y apacible para llenar de vida los ornamentos vegetales de este parque
magnífico… Y los saludo a ustedes, todos, señoras y señores, y me saludo a mí
mismo porque somos indudables herederos del amor.
Es el amor, definitivamente, la fuerza inmaculada, magnífica y
precisa que hace visible a los dioses de cientos de culturas del pasado y del
presente del mundo, con quienes vence la vida como el principio que genera y
sostiene lo bueno; como el principio que nos fortalece y eterniza. El ser
humano, entonces, está obligado a perseguir su propia felicidad y la de todos,
y a ser feliz y hacer felices a quienes comparten su identidad humana.
No está llamado el hombre para la destrucción; no está hecho
el humano para no ser feliz y no lo está tampoco para el odio…, y nada, nada,
nada justifica que la infelicidad, la destrucción, presidan y empañen la
originaria bondad de los seres humanos y conviertan los escenarios de los seres
humanos en lugares de odio, de tristeza; en espacios donde la muerte decretada
impere sobre la vida creada por expresa disposición del amor.
Poca distancia separa lo bueno del amor, que para
la filosofía griega es, ante todo, una fuerza unitaria y armonizadora. Para
Hesíodo y Parménides, el amor constituye la fuerza que mueve las cosas y las
lleva y las mantiene juntas. Para Platón, el amor es ante todo aquello que se
dirige hacia la belleza, que no es otra cosa que el anuncio y la apariencia del
bien y es, por lo tanto, deseo del bien. Para Aristóteles, el amor y el odio,
como todas las otras afecciones del alma pertenecen, no al alma como tal sino
al hombre en tanto que el ser humano está compuesto de alma y cuerpo. El
cristianismo, por su parte, entiende el amor como un tipo de relaciones que
debe extenderse a todos los prójimos, es decir, a todos, lo cual transforma a
este vínculo en un mandamiento que deberá transformar a los hombres en
hermanos. (N. Abbagnano, Diccionario de
Filosofía)
Y el mensaje de amor por excelencia, el Nuevo
Testamento, contiene en su discurso 124 referencias a la palabra amor y 161 al verbo
amar, en tanto que a la palabra odiar sólo dedica 29 y del término odio no
existe ninguna referencia. En el Antiguo Testamento se expresa de manera
clarísima en Oseas 3,1 y 6,4-6, en Génesis 29,20 y en Isaías 49,15, en tanto
que el Nuevo Testamento, partiendo de Deuteronomio 6,5 y de Levítico 18,9,
Jesús une los mandamientos de amor a Dios y al prójimo. Pero va más allá, y
recalca con Mateo 5,43-46 el deber de amar a los propios enemigos. En las
epístolas de Pablo el amor va unido a la fe y a la esperanza (1 Co 13,13) como
un don del Espíritu Santo, y en Corintios 8,11-12 leemos: “El amor es la
exteriorización de la fe, y entraña un cuidado especial con los miembros más
débiles de la comunidad.” (W. R. F. Browning, Diccionario de la Biblia)
Pero si esto es así; si el mundo debe obedecer al amor, a la
construcción, la alegría, la paz, la concordia, la creatividad…, ¿por qué
entonces los hombres se han deslizado en tantas ocasiones hacia los oscuros
laberintos del odio, del desamor, de la tristeza, de la destrucción…? ¿Por qué
el mal urde sus tejidos de angustia y de violencia y termina atrapando al
hombre, directa o indirectamente? ¿Por qué el mal se cierne como un defecto de
la identidad humana y hasta llega a habitarnos?
Consideraciones psicológicas, teológicas y de otras
procedencias han intentado responder a estas interrogantes y, sin embargo, no
lo aceptamos… Y no lo aceptamos, porque sabemos, estamos convencidos, creemos,
que es el amor lo que debe predominar en los seres humanos…, pero pareciera que
estamos ante una contradicción, ante un doble discurso en el que se han movido
y se mueven nuestras vidas. Malo es lo que se aparta
de lo lícito y honesto, es lo contrario al bien, es el daño u ofensa que algo o
alguien reciben; malo es dolencia, enfermedad, desgracia, calamidad…, en tanto
que para el discurso psicológico, odio es la actitud emotiva caracterizada por
la ira y una gran aversión, enemistad o mala voluntad, junto con el deseo de
perjudicar a algún objeto o individuo. Y bueno es, en general, aquello que
tiene bondad en su género, que es gustoso, apetecible, agradable, divertido…
¿Y por qué el genocidio? No es fácil pronunciar la palabra, ni
pensarla siquiera, porque apenas lo hacemos lo primero que quisiéramos como
actuantes del bien, como amantes de la bondad, es que la palabra genocidio no
existiera, pero el término existe: fue acuñado por Rafael Lemkim en 1943, antes
del holocausto en el que murieron millones entre judíos, gitanos, impedidos y
homosexuales de distintas nacionalidades. La ONU
adoptó en 1948 la Convención contra el Genocidio, que ha sido el modelo seguido
por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y por más de 70 países
que han tipificado ese crimen en su legislación. Existe la palabra, pues, que
se nos presenta con toda su crudeza… Cuando la pronunciamos es como si
convocáramos toda la telaraña que la envuelve y el vocablo nos pesa con
dimensiones de angustia… Es como si prevaleciese la circunstancia del mal, y la
esencia del bien se trastocara en nada y hasta llegamos a dudar de la bondad
innata del humano, y la palabra amor y la palabra humano se fueran a otra
parte, se escaparan, se hicieran pequeñitas ante la magnitud de la palabra
genocidio, calificado por Amnistía Internacional como "el crimen de todos los
crímenes", con lo que acentúa que es la peor conducta que los seres
humanos puedan concebir, ejecutar o sufrir, según se sea víctima o genocida.
No quisiéramos ni siquiera decirla, ni siquiera
pensarla… La quisiéramos fuera de todos los diccionarios del mundo, pero las
cosas de los hombres, como realidades históricas que son, deben denominarse,
deben tener un nombre para identificarlas, para saber qué son…, pues es la
realidad de los seres humanos la que puebla los diccionarios de todas las
culturas, en un contrapunteo insospechado que revela el amor y el odio,
extremos en los que pareciera atrapada la humana naturaleza.
Pero ante todo cuanto revela el genocidio y la
maldad en la que el hombre pareciera empeñado, ¿estamos preparados para el
amor? O ¿qué tan preparados estamos para amar? Y más aún: ¿qué tan capacitados
estamos para perdonar, es decir, para la misericordia y la reconciliación, para
el restablecimiento de las relaciones personales tras una ruptura? Parece como
si cuando lo intentamos pasan por nuestra realidad tantos desaciertos malignos
que se distancian de manera sensible del mensaje de amor que nos identifica
como seres humanos y que nos inviste de manera esencial. Pareciera que el
desamor, el odio, el no-perdón hubiesen venido ocupando un lugar importante en
el mundo y el mundo, entonces, pareciera sumido en las cosas del diablo y
ausente de los dioses magnánimos, creadores, amigos del humano…
La conquista y colonización de América inscribió
en la historia uno de los peores genocidios y etnocidios que se recuerden,
hasta el punto de que en 1992, a propósito de los 500 años de ese evento, el
Papa Juan Pablo II pidió perdón a los descendientes de ese genocidio, producto
de las ansias de oro, que alcanza hasta la práctica inhumana del esclavismo y de
la duda de si los conquistados eran seres humanos. Varios millones nos mataron
entonces…
Pero no se detuvo ahí el sediento demonio… Vendrán otros
infiernos y la historia del mundo dará cuenta de buena parte de ellos… Antes
del desastre en América, el poder de la Iglesia en Europa se empeña en cazar
brujas, por tres siglos, ocasión en la que se persiguió, torturó y ejecutó a
decenas de miles de víctimas, la mayoría mujeres. Y entre 1937 y 1938 tuvo
lugar lo que la historia del horror conocerá como La Violación o Masacre de
Nanking, en China, por parte de fuerzas japonesas, evento en el que hubo violaciones,
miles de asesinatos, bebés ensartados en las bayonetas de soldados bestiales y
borrachos. Se dice que en Nanking murieron entre 150 mil y 200 mil personas. http://exordio.com/1939-1945/militaris/espionaje/kempeitai.html
Entre 1941 y 1942, en sólo ocho meses, invasores alemanes
someten por inanición y ejecuciones sumarias a aproximadamente 2.800.000
prisioneros de guerra, un caso de genocidio que aún está en estudio. Y en 1971,
en Bangladesh, al este de Pakistán, “El genocidio […] se alía con la
liquidación de los prisioneros de guerra soviéticos como el asesinato masivo
más concentrado de no combatientes en la historia del siglo veinte”, afirma un
grupo de estudiosos, que calcula el horror en tres millones de personas… Generocidios actuales e históricos. En: www.gendercide.org/caso.html
Entre 1992 y 1995 las fuerzas serbias optan por separar a los
civiles hombres y mujeres para matarlos en masa o cazarlos en los bosques,
alcanzando el evento la muerte de unos siete mil individuos, hasta donde los
estudiosos pueden afirmarlo, además del genocidio contra los bosnio-musulmanes,
particularmente varones.
Pero hubo otros horrores, como si los mencionados y otros
anteriores no fueran suficientes, como el holocausto a los judíos europeos
impuesto por el régimen nazi, calificado como “la mayor campaña sádica y
sistemática de exterminación masiva jamás montada” Generocidios actuales e
históricos. En: www.gendercide.org/caso.html
En 1994 se tienen otras noticias aterradoras en el mundo: en
Rwanda, centro de África, los varones de las étnias tutsi y hutu, estos últimos
en menor cantidad, fueron perseguidos, acosados y masacrados sistemáticamente.
Se habla de 600.000 asesinados. Y entre 1998 y 1999 Kosovo-Herzegovina vive la
expulsión de mujeres, niños y ancianos, el sometimiento sexual a jóvenes
kosovares y una sistemática selección de otros 10.000 jóvenes, a quienes se
detiene, tortura y ejecuta.
¿Y qué de otras atrocidades, por distintos motivos, que han
plagado de horror a Sudáfrica, a Irak, a Afganistán, a otras partes de este
mundo que aún podemos y queremos amar? ¿Qué de los 3
millones de ucranianos, 250.000 gitanos, 25 millones de rusos, 25 millones de
chinos, 1 millón de ibos, 200.000 guatemaltecos, un millón 700 mil cambodianos,
500.000 indonesios, 200.000 timorenses del este, 250.000 burundis, 500.000
ugandeses, 2 millones de sudaneses, 2 millones de norcoreanos, las víctimas de los
bombardeos a poblaciones civiles durante la guerra civil española -el bombardeo
a la ciudad vasca de Guernica- y en Vietnam y el drama de los musulmanes y
croatas y el de los colombianos? No es la sangre
colectivamente derramada en conflictos de horror entre los hombres, el mejor
abono para la vida. Parece que sólo fueran los dioses los que deben morir de
manera cruenta, y padecer, y sufrir y desaparecer para donar vida, pero esto es
asunto de otras reflexiones. ¿O es que el genocidio es un alerta para que de
tan terribles experiencias surjan pautas para que afinemos la capacidad de amar
y la de perdonar? Y si es así, ¿qué hace la humanidad con estos casos de
muertes masivas planificadas y otros cuyas características seguramente
ignoramos?
Y una cuestión más delicada, angustiante,
terrible, por supuesto…, ¿qué hacen los descendientes de víctimas y victimarios
con el horror del genocidio? Y algo más crucial: ¿qué tanto cabe el amor, el
perdón, la compasión, en el recuerdo de lo cruento masivo planificado, provocado
y realizado? ¿Tiene el recuerdo de estos horrores algún intersticio donde quepa
el amor? ¿Qué hacen con el recuerdo de estos crímenes los judíos, los
colombianos, los iraquíes, los afganos, los tutsi, los huti, los de Sudáfrica,
los de Bangladesh, los gitanos, los ucranianos, los bengalíes, los inquiridos
por el horror del Santo Tribunal de la Inquisición, los descendientes de negros
traídos a América en calidad de esclavos, los indios nuestros, las minorías
latinas, árabes, gitanas, discriminadas por el poder norteamericano y la culta
y moderna Europa, los bosnio-musulmanes, los de Nanking, los masacrados y
desaparecidos por gobiernos dictatoriales de cualquier signo, los millones de millones de muertes y asesinatos en Asia, África y América
Latina, a manos de España, Holanda, Francia, Portugal, Gran Bretaña, naciones
colonialistas que se llaman cristianas…? ¿O las
consecuencias de la anexión que Italia hizo de Libia? ¿Qué hacen? Y… ¿qué hacen
los armenios con lo que se tiene como el horror de 1915?
En este 2005 se están cumpliendo 90 años de lo que se conoce
como el genocidio armenio. Dice una fuente que “El domingo 25 de abril de 1915
un despacho telegráfico originado en Londres y fechado un día antes, es decir,
el sábado 24, informaba sobre hechos ocurridos en la ciudad de Tabriz, por
aquel entonces en poder de los turcos. Decía escuetamente: ‘La policía turca,
cumpliendo órdenes de las autoridades, disparó contra los armenios haciendo una
verdadera matanza entre ellos’.” (Roberto Cossa. 25
de abril, a 87 años de la tragedia armenia. El genocidio silencioso. http://pagina12.feedback.net.ar/secciones/contratapa/index.php?id_nota=4350&seccion=13
Se trataría del primer acto genocida con el que se
inicia el siglo XX y en el que fueron asesinados alrededor de un millón y medio
de armenios, según han podido precisar los estudiosos de este acontecimiento.
Este acto de hoy es para recordarlos y para rememorar, a pesar de las
limitaciones de mis conocimientos, a aquellos primeros 600 varones notables
que, según se sabe hoy, fueron asesinados después de haber sido detenidos en Estambul.
Pero esta práctica se prolongaría, mediante lo que
los estudiosos de este evento consideran enmarcada dentro de dos estrategias.
La primera, que consistió en la movilización de los varones armenios de
servicio en el ejército turco, para luego someter a cientos de miles a trabajos
forzados o, simplemente, ejecutarlos. La segunda estrategia contra los hombres
fue el asesinato masivo de la población restante de varones.
Para aplicar estas estrategias se convirtió en
obreros a los soldados armenios, en ámelés
-como los llamaron-, despojándolos, entre otras cosas, de sus armas. Como
obreros, los combatientes armenios fueron convertidos en animales de carga de
bastimentos de todo tipo del ejército turco y a quienes tropezaban y caían por
el peso inusual, se los castigaba con latigazos de exterminio, y a punta de
bayonetas eran obligados a que se arrastraran hacia quién sabe dónde…
Se dice, asimismo, que otras estrategias que se
aplicaron fue reunir a combatientes no turcos de cincuenta a 100 hombres a quienes
se amarraba en grupos de cuatro, para ejecutarlos. Algunos testimonios informan
que antes de las masacres se despojaba a las víctimas de sus ropas y otras
pertenencias y en muchos casos se los obligaba a cavar sus tumbas.
Un importante estudioso de este evento, Vahakn
Dadrian, escribe: "Aunque [la] movilización tenía muchos otros objetivos,
sirvió para un propósito mayor, para la rápida ejecución del plan de genocidio.
Removiendo todo cuerpo posible de varones armenios de sus ciudades, villas, aldeas,
y aislándolos en condiciones en las cuales ellos virtualmente se entramparon,
la comunidad armenia se redujo a condiciones cercanas de impotencia total, así
como a una presa fácil de destrucción. Fue un golpe dominante cómo se logró de
un soplo atender los tres objetivos de la operación para atrapar a la población
víctima: a) dislocación a través del levantamiento del fuerte, b) aislamiento y
c) la concentración para tener reunido al objetivo." (V. Dadrian, The History of the Armenian Genocide
[Berghahn Books, 1995, p. 226)
Además de los combatientes armenios, se somete a
mujeres, a niños, a ancianos, es decir, los vientres, el futuro, la memoria…
Algunos investigadores informan que antes de las decisiones extremas se ofreció
a las mujeres la alternativa de convertirse al Islam, lo que en este caso
significaba no sólo la renuncia a un credo religioso ancestral -y aquí
estaríamos ante una muestra de que también hubo etnocidio- y se hicieran
sirvientes de familias turcas… Hasta donde se sabe, menos de mil aceptaron esta
aparente libertad. El resto es obligado a salir de los espacios otomanos.
Leo Kuper, citando al historiador Toynbee,
escribe: ‘Las mujeres que se quedaron atrás fueron disparadas […] en el camino,
o arrojadas hacia los precipicios, o encima de los puentes.” (Leo Kuper, Genocide, p. 111) Morgenthau describe un
convoy típico consistente de "18.000 almas", de las cuales "sólo
mujeres y niños alcanzaron su destino. Los últimos sobrevivientes se
tambaleaban a menudo en Aleppo [Siria] desnudos." Toynbee escribe:
"cada pedazo de su ropa ha sido desgarrado en el camino. Testigos que
vieron su llegada remarcaban que no había una cara joven o bonita […] entre
ellos, y ciertamente no había ningún sobreviviente que fuera realmente
viejo..." Morgenthau concluye: "Estoy seguro que la historia completa
de la raza humana no contiene tales horribles episodios como este. Las grandes
matanzas del pasado parecen insignificantes cuando se comparan con los
sufrimientos de la raza armenia en 1915."
Consideraciones demográficas, aún no definitivas, asientan que
de los dos millones y medio de armenios que habitaban a principios de 1915
tierras otomanas, fueron desaparecidos entre un millón cien mil y un millón 800
mil. Estamos hablando de un exterminio masivo de entre la mitad y los tres
cuartos de los armenios que habitaban Turquía… El Centro de Investigación de
los Caballeros de la Varta Armenia ha concluido que hay una profunda similitud
entre los genocidios de judíos y armenios, puesto que ambos pueblos "se
adhieren a una religión antigua. Ambos eran la minoría religiosa de sus
respectivos estados. Ambos tienen una historia de persecución. Ambas son
minorías creativas y talentosas que han sido perseguidas por envidia y
oscurantismo."
Aun cuando, al parecer, falta mucho por estudiar del genocidio
armenio, lo que se sabe hasta ahora destaca como sus principales responsables
políticos a quienes dominaban el Comité Central del gobierno conocido como
Turco Joven, amén de los miles de oficiales y soldados que junto con ciudadanos
ordinarios turcos y kurdos llevan a cabo asesinatos y quienes vieron en la
persecución a los armenios una oportunidad ideal para el pillaje, la violación,
el secuestro. Estudio de Caso: El Genocidio de Armenia, 1915-17. En: www.gendercide.org/caso_armenia.html
Para el pueblo armenio ha sido difícil que estos
hechos de 1915-1917 se conozcan en la plenitud de sus características… Se ha
dicho, inclusive, que el mundo fue indiferente ante las denuncias que hicieran los franceses Anatole France y Jean Jaurés. Se afirma,
inclusive, que el Estado turco se ha negado hasta ahora a reconocer el
genocidio. Y “Debió producirse el segundo Holocausto durante la Segunda Guerra
Mundial, el de los judíos y gitanos, para que la causa armenia resurgiera. Tras
largos cabildeos en las Naciones Unidas, la causa armenia ha tenido alguna
respuesta de la comunidad internacional”... Francisco Miranda, otro estudioso
que ha venido aportando importante información sobre estos hechos, afirma que
“recordar y movilizarse contra el genocidio de los armenios -como contra todos
los genocidios- es un acto de defensa de la vida contra el crimen y sus
ejecutores […] La peor de las amnesias -escribe Miranda- es la moral. Pueblo
que no recuerde, que no tenga memoria, tarde o temprano pagará con creces su
indolencia o su indiferencia.” Armenia, a 89 años del primer genocidio.
24/04/2004. En: www.argenpress.info/nota.asp?num=010595
Estamos de acuerdo, ciertamente, pero en beneficio de la mayor
objetividad que exige toda investigación de carácter histórico, debo confesar
que en la pesquisa que realicé para elaborar este breve discurso, no encontré
información que me remitiera a la versión otomana sobre lo ocurrido a los
armenios entre 1915-1917, principalmente. A la luz de lo que hoy sabemos
podríamos esgrimir varias preguntas y, seguramente, muchas respuestas. Pero no
me siento en capacidad de andar por esos predios.
Sí quiero decir, para finalizar, que a pesar del mal que nos
ha acosado y nos acosa, el mundo siempre estará más allá del odio y más cerca
del amor, porque el amor es la fuerza que tiene y ha tenido más representación
individual y colectiva, más práctica social, y muy pocos en realidad desean
asociarse al demonio, a la oscuridad, a las tinieblas del desamor, de lo
maligno. Somos millones y millones los que preferimos la luz… Por eso la
convoco, en este día que juntados aquí el pueblo armenio recuerda con pesar lo
que la historia a cada día que pasa tiene con más certeza como un acto de
genocidio a su etnia ocurrido en los predios otomanos hace hoy 90 años. Que las
almas de quienes lo vivieron ayuden con sus voces eternas a imaginar nuevas
formas de que se haga justicia, que también lo pedimos; que el recuerdo de sus
nombres ayude a plagar con sus historias personales una historia que permita
recoger testimonios y darlos a conocer, que también lo pedimos… Vayan mis
condolencias al pueblo armenio y que desde la cruz de este martirio colectivo
se pueda activar el imán del amor más que los suplicios y la agonía del odio. (Rafael A. Strauss K. Discurso
de Orden. Jardín Botánico-UCV, 10.4.2005)