martes, 18 de octubre de 2016

Venezuela y lo indio, en pasado y presente…©, por Rafael A. Strauss K.

Venezuela y lo indio, en pasado y presente…©, por Rafael A. Strauss K./Escuela de Historia-UCV

Recientemente, estuve reflexionando en las páginas de tres diarios y en una ponencia, acerca de la percepción que el venezolano ha tenido y tiene de su pasado; de cómo nos vinculamos con él y, en general, qué lectura se hace de su pasado en Venezuela… Orienté buena parte de mis consideraciones a reflexionar acerca de la percepción de lo indio, a propósito de una entrevista sobre la llevada de Guacaipuro o Guaicaipuro al Panteón Nacional, por un lado, y por el otro, dos artículos que titulé “El pasado es vivencia” y “Por qué los indios…” Y en la ponencia, sinteticé mi apreciación personal sobre el escultor indigenista Alejandro Colina, destacando su obra como fuente antropológica e histórica… [Me refiero a mis trabajos: “El pasado es vivencia”, en Verbigracia, Nº 1, Año V, p. 1, El Universal, Caracas, 6.10.2001 y “Por qué los indios…”, en TalCual, Caracas, 11.10.2001, p. 13. La entrevista está en “La historia como caja de resonancia ideológica”, de Alfredo Meza, en El Nacional, Caracas, 22.7.2001, Siete Días. La ponencia fue publicada en Revista Nacional de Cultura, Año LXIII, No. 323, Caracas, con el título “La obra de Alejandro Colina, fuente antropológica e histórica”, pp. 187-189. Todos están en mis blogs]

Estas reflexiones recientes no distan mucho de las que en esta misma línea he desarrollado tanto en mis clases de pregrado y postgrado como en ocasiones semejantes a este evento, y es que parece evidente que en Venezuela, desde muy temprano, se generó hacia el indio y su cultura un desprecio que se fue generalizando hasta enraizarse… Tal y como en fácil demostrarlo por los miles de testimonios que existen publicados y en los archivos, es claro que desde nuestro tiempo colonial al indio se lo mantuvo dentro de las pautas de lo que entendemos como un doble discurso, es decir, que al mismo tiempo que se le acogía se le rechazaba… Algo así como invitarlos al cielo pero pasando primero por el infierno, según escribí recientemente.

Esta situación, en realidad, no ha cambiado; todo lo contrario: se ha recrudecido de una manera molesta, que obliga a preguntarse por qué se fue generando en el venezolano un desprecio hacia el indio y su cultura… Es ya un lugar común, por ejemplo, que cuando por cualquier medio de comunicación se aborda la situación actual del indígena en Venezuela, o se alude a ella, tienden a destacarse los aspectos que lo problematizan en lo socioeconómico y en sus relaciones con la sociedad nacional y, por supuesto, tienden a transmitirse imágenes que incitan a la lástima… No estamos tras la idea, por supuesto, de una consideración paradisíaca, al estilo del “buen salvaje”, pues al fin y al cabo, las comunidades indias de Venezuela sufren el abandono del que han sido objeto en lo económico, lo sanitario, lo educacional…, y son seres humanos; sólo que a esa tradicional desidia se suma el desconocimiento generalizado por los mismos venezolanos de las características reales de nuestras comunidades indígenas, tanto en su pasado como en su presente…

Nos preguntamos, por ejemplo, si una de las causas del desconocimiento no estará en el hecho de que quienes incorporaron lo indio a sus reflexiones venezolanistas lo hicieron sólo como objeto de estudio, de tal forma que la reflexión sobre aspectos de la cultura indígena de Venezuela no ha contribuido, en definitiva, a implantar en el imaginario del venezolano el necesario sentimiento por esa porción de humanidad que nos habita desde siempre… En todo caso, no es esta la ocasión para referirnos al momento y las circunstancias en que particularmente en América se delimitaron las áreas de interés de algunas de las ciencias sociales… Sí me parece acertado recordar que en la marcada ausencia de lo indígena -y de lo negro- en nuestra interioridad venezolana, ha terminado por subyacer una de las convicciones que se tuvo para la fundación del nuevo Estado, entre 1830 y 1847, y de la que Pino Iturrieta, en un aparte que titula “La mirada hacia fuera”, escribe: “Ningún testimonio de la época hace referencia a los valores autóctonos, como posibilidad de construir el proyecto por asimilación de lo oriundo; ni descubre la entidad de la concurrencia africana en la conformación de una personalidad común.” [Elías Pino Iturrieta. Las ideas de los primeros venezolanos, Monte Avila Editores Latinoamericana, Caracas, 1993, pp. 31-32.]

Es indudable, que una somera revisión de la bibliografía, hemerografía y otras fuentes sobre el indígena en Venezuela arroja resultados impresionantes, pero es indudable, asimismo, que una revisión del sentimiento del venezolano hacia el indio de aquí y, en general, hacia el indio de América, arroja resultados que, por decir lo menos, son preocupantes… Me estoy refiriendo, de hecho, al viejo asunto del papel del intelectual en la sociedad y al viejo problema del destino y utilidad de sus trabajos… ¿Es esto pragmatismo? Es posible. Me parece indudable que esta consideración tiene mucho que ver con el resquebrajamiento de la mayoría de los paradigmas dentro de cuya estructura y funcionamiento hemos venido actuando desde hace mucho tiempo.

Pero, ninguna sociedad, ningún ser humano, pueden vivir sin paradigmas y desde esta perspectiva es que afirmo que no estoy despreciando, ni es posible planteárselo siquiera, los aportes que para conocer al indio de Venezuela, su historia y su cultura han salido de nuestras universidades, de otras instituciones, de eventos como éste, de individualidades… Lo que no deja de preocuparme es que al desconocimiento y menosprecio generalizados que existe en el común de los venezolanos por el indio, se suma una suerte de rechazo por nuestro pasado… No soy novedoso al afirmar que el venezolano pareciera despreciar su pasado, avergonzarse de él; sentirse incómodo, inclusive, ante la sola mención o posibilidad de abordarlo. Al parecer, no hemos sido diseñados para entender nuestro pasado, y me pregunto, entonces, que tan diseñados estamos para perfilar nuestro futuro.

En cuanto a esto, vuelvo a recordar mi preocupación sobre que los productos de la investigación en historia apenas se han introducido de manera idónea en el venezolano. Deseo aclarar y ser más específico. Cuando afirmo estas cosas en ningún momento estoy incentivando la idea de que la reflexión histórica -y las de otras disciplinas- deban acoplarse al alto grado de ignorancia y al analfabetismo generalizados que han terminado por caracterizar a un segmento significativo de los venezolanos… Estoy sugiriendo, sí, que dentro de lo que expresa la conocida máxima de que a grandes problemas grandes soluciones, procuremos conseguir, en efecto, grandes soluciones… Y el desconocimiento, el temor por el pasado, la ignorancia, el analfabetismo…, son apenas algunos de los grandes problemas que aún tenemos los venezolanos…

Recientemente afirmé que en Venezuela pareciera sufrirse de lo que en antropología denominamos complejo étnico; es decir, que es casi un axioma que al venezolano le cuesta identificarse con su pasado porque en él parece que ve más fracasos que aciertos… O, en todo caso, ha prevalecido en la interpretación del pasado un rechazo insospechado, uno de cuyos resultados pareciera ser que nuestro pasado no nos pertenece, no es mío, no es nuestro… Cuando el venezolano interroga su pasado como nación, lo que suele encontrar es una ristra de acontecimientos políticos con los que apenas o nada se identifica o, en todo caso, que esconde… Y cuando intenta soslayar “lo político” y procura indagar sobre otros aspectos de la cultura, lo que suele encontrar es un escenario constituido por vacíos, particularmente cuando compara lo que se tiene como el pasado de Venezuela con el de otras latitudes…

Y en esta comparación, lo indio ha llevado la peor parte… ¿Que en Venezuela no tenemos pirámides y otras maravillas y monumentos aborígenes que exhibir? No importa, porque tenemos a las personas indias, orgullosas, además, de su procedencia, y eso es más que suficiente… Gente que en materia de vinculación con la naturaleza -probablemente el espacio ideal para el futuro- puede darnos lecciones de convivencia; gente, además, que exhibió su natural inteligencia para aprovechar en la mejor economía de esfuerzo concebida, las generosidades de su entorno, de tal manera que su carencia de agricultura, por ejemplo, no tiene por que ser categoría cuya aplicación los descalifica ante esquemas evolutivos que, en esencia, están cargados de etnocentrismo… Gentes que afinaron la memoria para el registro de su experiencia como pueblo, como sociedad, poniendo en práctica una oralidad tan válida como otra fuente histórica… Indios, en fin, que además de personas, son descendientes de quienes primero habitaron nuestro actual territorio y este hecho tiene que ser un privilegio que de manera especial nuestra historiografía está en la obligación de revalorizar para, entre otras cosas, incorporar al sentimiento del venezolano un apego crítico y amor por su pasado y, como parte importante de él, apego, amor y comprensión por el indio…

Y a propósito de esto no puedo dejar de afirmar, como lo hiciera recientemente, que si hay alguien ávido de saber de historia, es el venezolano… Y me pregunto qué tan capaz ha sido nuestro sistema educativo, particularmente el que comenzó a perfilarse desde los inicios de la pasada década de los ochenta, para atender a esa evidente avidez; me pregunto asimismo acerca del destino de los grandes trabajos de lingüistas, de literatos, de etnohistoriadores, de historiadores, de antropólogos, de artistas plásticos…, que han tomado lo indio de Venezuela como materia central de sus preocupaciones. Se me viene a la mente aquella reflexión poética de Lord Byron, que cito de memoria: "Augusta Atenas, ¿dónde están tus grandes hombres desaparecidos?. Centelleando vagamente a través del sueño de las cosas que han sido, primeros en la carrera que conducía al fin: la Gloria. Han ganado, han pasado. ¿Es eso todo? ¡Un cuento para colegiales, el asombro de una hora!"

El venezolano, como todo ser humano, desea saber… Cuando gente consciente del valor educativo de la televisión reclama mejoras en la programación, lo que está sugiriendo es que los canales dispongan de más programas de esos que se denominan culturales… Y no es difícil entender lo que se está solicitando… Habría que preguntarse, por ejemplo, en qué radica el éxito sostenido de Vale TV… Y tendríamos que preguntarnos, asimismo, por qué los participantes de ese maravilloso programa de RCTV ¿Quién quiere ser millonario? tienden a fallar notoriamente en preguntas sobre historia de Venezuela o sobre nuestra cultura popular tradicional… Por distintas razones, ahora más que antes se aprecia un preocupante desconocimiento de lo que históricamente nos pertenece…

Tantos siglos discriminando al indio han horadado los sentimientos nacionales en prácticamente todo el espacio americano… Y en Venezuela, que no es excepción, no hemos sido amigos de los indios… y deberíamos serlo, tanto de los de ahora como de los que la historiografía blanca predominante -por darle algún nombre a la crónica que se genera en nuestro tiempo colonial y a una buena parte de las obras de carácter histórico posteriores- les cercenó en la tinta los pareceres e ignorando la estructuración y el funcionamiento de sus culturas, los tildó de flojos, de manganzones, de estorbo…, a pesar del aporte que aun dentro del atropello del que fueron objeto -al igual que los esclavos negros- se metieron en los intersticios más sensibles de nuestra nacionalidad.

Recientemente destacábamos la idea de que el indio no sólo debe conjugarse en pasado, sino también en presente y en futuro, como todo pueblo, como toda etnia, como todo grupo humano… Quienes así lo han hecho terminan por tener y fortalecer una percepción de sí mismos -que luce más auténtica-, como individuos, como naciones…, con pocas deudas y mucha disponibilidad para el afecto y para el futuro…

Pareciera, sin embargo, que soplan brisas nuevas que están aventando, entre otras cosas, una preocupación por afinar viajes más frecuentes a nuestro pasado… Pareciera existir en el venezolano reciente un interés particular por penetrar su sido para ver de comprender su siendo… Tanto para apoyar como para rebatir peregrinas afirmaciones que han venido enmarcando lo que hoy se conoce como el proceso, instituciones e individuos, profesionales o no, han tenido que ir críticamente a nuestro ayer para buscar explicaciones, lo cual se refleja públicamente de manera particular en la prensa nacional y regional, en programas de radio y de televisión y en páginas de la Internet. Y no se indaga solamente sobre lo político, sino que la manifiesta necesidad de saber de nuestro pasado orienta la pesquisa hacia otros contenidos del pasado de nuestra cultura.

Es probable que estemos en proceso de dejar de ser un pueblo temeroso de su memoria histórica, de su historia, de su pasado…, de tal manera que este momento debería ser idóneo para que se dé a conocer -según la realidad del desinterés generalizado que hay en nuestro país por la historia- la obra de nuestros grandes pensadores, porque siempre que en Venezuela se hable de justicia social, de respeto por los otros, de arraigo, de hermosos sentimientos sin límites por lo que nos pertenece…, se estará hablando, entre muchos otros, de Lisandro Alvarado, Gilberto Antolinez, Augusto Mijares, Andrés Eloy Blanco, Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas, Miguel Acosta Saignes, Angelina Lemmo, José Ignacio Cabrujas, Alejandro Colina y, por supuesto, de Julio César Salas…, por no mencionar a quienes están en proceso de consagrarse. Pero no dar a conocer a esas gentes en los términos en que suele hacerse, que es reproducir obras completas, bautizarlas en rimbombante acto para que luego desaparezcan, lo que hace que el desconocimiento sobre nosotros duela mucho más por persistente.

Tengo la impresión de que, entre algunos otros medios impresos, El Nacional ha abierto una línea de difusión que no es despreciable, semejante a aquellas ediciones llamadas populares que asumieron en su momento Pedro Grases y la Fundación Eugenio Mendoza o un Ministerio de Educación que respetaba al venezolano y, por supuesto, al país. Esas ediciones circulaban -hasta donde sabemos, en todo el país- de una manera prometedora, porque dio resultados positivos visibles, desde la editorial a los padres y maestros y desde éstos a los hijos y estudiantes. Está pasando ahora y debe seguir pasando, por favor…

Deseo finalizar estos comentarios sobre lo indio de Venezuela en pasado y presente, llamando la atención sobre tres puntos que tienen carácter de propuesta:

1. Lo indígena es uno de los contenidos de nuestra historia, cuyo pasado y presente aún tienen validez, entre otras razones, porque muchos de sus descendientes conviven con nosotros y son seres humanos.

2. Quizá sea en la comprensión científica de la permanencia de lo indígena en los períodos siguientes al tiempo prehispánico, donde se descubran aspectos que la arqueología y los cronistas no han podido decirnos. Un análisis en esta línea significa no sólo un acto de justicia, sino corregir una falla de nuestra historiografía. Hemos comprobado hasta el momento que la documentación de archivo y la revisión con otras lentes de la información de los cronistas ofrecen serias posibilidades en este sentido.

3. Si revisamos críticamente la política indigenista venezolana creo que el resultado es negativo, entre otras razones porque muy pocas veces el indígena mismo ha participado en el diseño de su propio destino. En los últimos años, sin embargo, ha habido aires de cambio significativo: varios indígenas venezolanos han tenido oportunidad de asumir las bondades de la historia y de la antropología como disciplinas; muchos misioneros y otras agrupaciones han echado bases como para propiciar respeto a las culturas indígenas contemporáneas y muchos antropólogos, historiadores y funcionarios del Estado han venido entendiendo la necesidad de trabajar conjuntamente, para aplicar una política indigenista humanizada. Cada vez son más verdad las palabras de Jean Mari Auzías de que "podemos considerar que todos los hombres no piensan de la misma manera [y que] veremos en realidad que no piensan en las mismas cosas"; o aquel mensaje de la revista Sic, en 1980, de que "Un pueblo civilizado es el que sabe hacer su vida y la hace…" ["Nuestras contradicciones y los indios". Editorial. SIC, Nº 422, febrero de 1980, Caracas, p. 54.]

Notas

1) Tierra Firme - Venezuela y lo indio, en pasado y presente ... www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798...lng=es... 
Rafael A. Strauss K. Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela. Resumen: Es indudable, que una somera revisión de la bibliografía, hemerografía. 2) Tierra Firme - Julio César Salas, en pasado y presente www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid... ... El III coloquio se efectuó en Caracas, en el año 2001, en la Universidad Central de Venezuela en el marco del LXIII aniversario de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, con el apoyo del Ateneo de Caracas, el CONAC y el Archivo General de la Nación. /// En aquella oportunidad, los privilegiados oyentes pudimos disfrutar de las intervenciones y discusiones de altura de Esteban Emilio Mosonyi, Adelina Rodríguez Mirabal, Michel Mujica, Beatriz Bermúdez, Tulio Hernández, Catalina Banko, Antonio Tinoco, Kay Tarble, Rafael Strauss y Francisco Javier Pérez, entre los ponentes. El evento fue propicio para abrir un nuevo espacio con la exhibición del video de Beatriz Bermúdez, Amazonas, territorio y derechos indígenas (1999). […] La vigencia de los análisis, las hipótesis, los planteamientos, en general, de Salas, se ponen de manifiesto a lo largo de este número, como lo demuestra Rafael Strauss4 en su trabajo Venezuela y lo indio, en pasado y presente…; ya sólo con el título, este etno-historiador nos enfila hacia uno de los temas de reflexión de Salas “la percepción de lo indio”, como nos dice Strauss, para la conformación de un proyecto de identidad nacional. En Tierra Firme /// Print version ISSN 0798-2968 /// TF vol. 24 no. 93 Caracas Jan. 2006 /// Presentación /// Otilia Rosas González. 

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