Materia Incierta (Una Alternativa para Recuperarnos)
por Rafael Strauss K. Suplemento Cultural,
p. 11, Últimas Noticias, Caracas, 31.3.1985. Sobre el libro Materia
Incierta, de María Inmaculada Barrios. “No
puedes encender nada, ¿por qué?; por una simple razón: no tienes fuego” de
Materia Incierta. ©
Plagada de matices prometedores una pregunta
inaugura este nuevo trabajo de María Inmaculada Barrios. Calladamente, casi sin
que nos demos cuenta, la va contestando, se la va contestando, nos la va contestando:
“¿Dejaré el Sueño del Pájaro?”, y en
magnífica secuencia creativa nuestra capacidad de razonar se va volviendo
fantasía como único recurso disponible para asumir el enfrentamiento al que
María Inmaculada nos somete con su prosa, con sus imágenes, con su artero
conocimiento de la naturaleza humana, con su hacernos dudar tras cada
aseveración del “personaje central”
de este ejercicio y tras cada consideración de quien lo escribe. “Soy libre -dice aquél. “Pero tu libertad –se le responde– sólo te ha servido para seguir un camino
trazado por otros...” Ese personaje “tenía
formato y maletín de triunfador, y eso acá... cuenta”. Es su exterior una
de las primeras captaciones que hacemos de ese personaje. Resulta inevitable
dejar de identificarse con él, que poco a poco se nos va complejizando. La
manera como la autora respeta este proceso facilita enormemente la lectura de
esta Materia Incierta que nos facilitó también su concepción y factura
como corpus literario.
Materia Incierta fortalece
la idea de que la ciencia puede ser expresada literariamente. A las
consideraciones científicas, detectadas fácilmente, por el especialista
psicoterapeuta, se suma la sensibilidad del científico. El personaje central no es historia clínica engavetada en el consultorio.
La relación que se establece en Materia Incierta está pensada como un
hecho enormemente humano. Las palabras curar y enfermedad, si bien están
entrelineadas, no forman la esencia objetivada de Materia Incierta.
Auto-opiniones dejadas decir por el psiquiatra, reflexionadas por ambos, y a
nosotros se nos permite participar en ese proceso. El personaje central transita por toda una experiencia, cuya pauta él
impone, hasta llegar a los Alumbramientos, que es, formalmente, la parte final
de este trabajo, no la del proceso. Dice la autora: Al fin abrió el secreto de la reciprocidad. Hizo su entrada en el gran
reino de las sensaciones. Aceptó la sorpresa, abrazó lo Imperfecto, reconoció
lo ajeno, vislumbró lo desconocido. Y a partir de ahí supo que reinventarse era
una tarea cotidiana. ¿Hay frase más objetiva, más humana, más alentadora?
Me parece importante vincular este contenido, y Materia Incierta, con lo
que nos está ocurriendo en Venezuela. Parece inevitable aceptar que desde esta
experiencia psicoterapéutica particular obtengamos visiones de futuro y nos las
apliquemos.
Materia Incierta viene a ser, así lo veo, no
sólo una reflexión que cada uno de nosotros debe hacerse, sino una reflexión
que debemos hacernos como comunidad nacional. En Venezuela se extravió lo
cotidiano; hay que encontrarlo. La reciprocidad casi que ya no existe y su
sustitución se ha hecho por la vía del egoísmo; y las sensaciones son poco
menos que sentimientos materiales consumistas. Estamos carentes de caricias.
Estamos cosechando los frutos de las falsedades en las que hemos estado
viviendo, aun a costa de lo que no hicimos. Unos pocos, nos han hecho
culpables. Materia Incierta, en la frase transcrita, en muchas otras y
en su espíritu nos anuncia el imperio de la autenticidad como alternativa
válida para recuperarnos. Este es uno de sus más grandes aportes. Este trabajo,
si bien es un “ejercicio de la
psicoterapia con un lenguaje distinto al que me enseñaron”, como escribe
María Inmaculada, es, metodológicamente hablando, una posibilidad de vernos a
nosotros mismos sobre todo en nuestra instancia interna. Nos puebla a todos el
miedo y la inseguridad quizás porque no se nos enseñó a ser capaces de
vislumbrar futuros ni de apreciar la calidad y el tipo de las tendencias en las
que hemos venido estando inmersos. Como nación, como cada-uno, como nosotros- mismos
nos despojamos de tradiciones probablemente válidas, pretendimos sustituirlas y
lo que se ha usado como sustitutos ha fallado. De un tiempo hacia acá hemos
andado A Tientas y las palabras que
abren esta segunda parte de Materia Incierta son, por demás, sugerentes:
¿Cómo protegerse de lo falso y de lo
equívoco si no había aprendido a reconocerlos? ¿Cómo darle ritmo a ese saco de
incertidumbre? ¿Cómo dibujar tanta imprecisión?. Continúa una serie de
extraordinarias reflexiones en esta línea.
No es posible sustituir tradiciones sin quedarse
desposeídos. Y lo que ahora poseemos no nos deslinda como pueblo creador pero
sí que nos induce a un falso conocimiento de nosotros mismos. La rutina, la
carencia de sentido poético... nos acosan. No reaccionamos ya como lo hicieron
nuestros antepasados mediatos e inmediatos. Escribe María Inmaculada: Cuando el sol untó el pasto de esa tibia
luz-crema del invierno, él despertó y con los ojos aún cerrados se acercó a la
ventana. El viento rezaba sus oraciones, y los arbustos efectuaban sus
genuflexiones rituales. Sin embargo, para él nada se movía porque su
sensibilidad anestesiada de costumbres, sólo podría quizá registrar un huracán (caso
que jamás ocurrió en su región). Sólo le quedaba, como todos los días, solazarse
sintiendo aquellos latidos regulares que parecían venir de alguna parte del
cuerpo: su incansable reloj. Materia
Incierta no es un contenido
gratuito: es reflexión poética de altura sobre un personaje y sobre un
colectivo. Hemos olvidado la tarea de
vivir… y nuestras orillas están sembradas
de cactus aun cuando poseemos nuestra soledad
en el último modelo de la Ford.
Pero no bastará con recuperarnos; tendremos que
aprender qué hacer cuando eso ocurra. Materia
Incierta nos lo advierte: Una tarde
se encontró con la vida de golpe, de sopetón, ahí a la vuelta de cualquier
esquina. Y lo peor es que no supe qué hacer con ella. ¡Después de tanto
buscarla!!de tanto prepararse para su encuentro! Se quedó ahí parado, pasmado,
mirándola fijo, sin saber qué decirle ni qué ofrecerle que no fuera su miedo.
La siguiente parte del libro, la penúltima, se
intitula Plegaria, quizá la más poética.
Alude a salmos, a etapa pre-reencuentro, a esperanza y a mucho olor a vida. Hay
como una humedad de esas parameras que lo refresca a uno; hay como un tibio
limo de ese que crece en las cosas queridas a fuerza de recordarlas siempre- El
personaje central estalla en miedos
antes de su reencuentro, antes de su convicción de que reinventarse es una tarea cotidiana. En esta parte vemos
a un ser que se presenta desde adentro y es por ello que en algún momento hasta
le molesta la presencia de Dios en sus entrañas. Líbrame de ti mismo, Señor, dice angustiado y todavía angustiado,
invita al Señor a caminar por el sendero
que va a la gruta para que haga trizas
a los dioses falsos que se han instalado al pie de la colina. Plegaria es
como la sinceración del personaje central
consigo mismo; es reconocer sus fallas, sus fracasos, sus limitaciones, los
engaños a los que ha sido sometido, pero dentro de un espacio veraz y posible.
Es un auto-ungimiento de esperanza, de esperanzas aun ante la evidencia de lo
carrasposo y mortificante que nos ha resultado la vida, y pide se le conceda a
su tierra – concédele a mi tierra... –
la experiencia del fruto.
Materia Incierta me ha apasionado. Después de Isabel
–primera obra de la autora– uno no espera menos. Cantos para que no te
mueras, su trabajo más reciente, será, sin duda alguna, un impacto y aporte
importante para la literatura porque es una manera posible y sencilla de
acariciar la vida y de entenderla y de entendernos mejor. María Inmaculada
Barrios, con sus libros, dicta una espléndida y objetiva cátedra humana en un
momento de resquebrajamiento de lo humano.
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