Rafael A. Strauss K.
Para el texto de la contraportada©, primera edición de Isabel,
María Inmaculada Barrios, Grupo Editor Derrelieve, Caracas, 1984.
Trenzas largas, blanco el vestido y
una mariposa que como cada uno de nosotros está como enredada en el laberinto
de una camisa-de-fuerza como esa que le pusieron a quien titula a este atado de
hojas… Isabel asomada al barranco, hamaqueando sus brazosmanos acunados; una
perlita engrosándosele lágrima en sus cachetes color fiesta de pueblo… no la
empujen, no, que nos tiene a todos adheridos a sus trenzas improvisadas en
cabello pulcrísimo enredado y enredados a sus acunaciones de duérmase mi niño
que tengo que… hacer como que ni sabemos que llevamos adentro a una isabel que
gime su alegría cuentagoteada –como diría Guillermo Luque– mientras se traga,
como una medicina, su mar de tanta y toda angustia… Isabel. Mientras la leo
intento descubrir si esa Materia Incierta
que la conforma y puebla me permite tutearla para preguntarle en Plegarias, Isabel, dónde están esos Cantos para que no te mueras? No escucho
bien; su boca está empapada con el trance pegajoso y sutil, por momentáneo, del
sabor a naranja; se yergue entonces, no sé si segura de sí misma, y anda
recolectando lo que no tuvo, en rimero de piedrashojassemillaspostigoscajitasdemaderaconmiradaytodo
enunarchivodelamontañaqueestuvo y ha estado destapando, haciendo, mostrando,
construyendo, resguardando.
Tiene
nombre el milagro; se llama como tú quieras que se llame, pareciera responder
Isabel cuando le preguntamos por lo único que expresó su libertad mientras
estuvo atada a su edad transeúnte de hagan conmigo lo que quieran e Isabel,
entonces, nos devuelve a la muerte para que la administremos. ¿Es esta la
felicidad de este serisabel que así es nombrada? ¿Quién es, a fin de cuentas,
este amago, este invento inaudito? Me intriga la idea de si Isabel es un
método… Aún me lo pregunto. Pero lo más terrible es la omnipresencia de este
ser… que te sigue y te acosa y hasta lo angustia a uno y aún estoy tratando de
deshacerme de ella pero ella es tan querible que uno siente su gotear oriental,
su trenza abigarra de miedos, acariciante, su magnitud de arrullo, su mirada
espina, su arrorró de brazosmanos… Nadie nunca me la dejó tranquila.
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