Escuela de Historia-UCV. Entrevistas a Rafael A.
Strauss K., Director, por Carlos Zambrano y Sebastián Navarro, el 21.6.2006, sobre
la Escuela de Historia, 2:15 pm y el 30.5.2006, sobre
mis actividades de Extensión, 2:30 pm), ambas en la sede de la Dirección de
dicha Escuela. Transcripción realizada por los mismos entrevistadores, quienes me remitieron
esta copia, a la que con su anuencia corregí algunos nombres...
El
profesor Rafael A. Strauss K., Director de la Escuela de Historia de la
Facultad de Humanidades y Educación nos concede una entrevista en la que
resalta su visión sobre la historia y la antropología, síntesis que constituye
una riquísima fuente de la que se nutren no pocas investigaciones realizadas
por estudiantes de la Escuela. Treinta años de cabal labor docente también
contribuyen a que con su amable y franca disposición a colaborar con las
iniciativas estudiantiles, su agudo pensamiento nos brinde valiosas impresiones
para conocer interesantes facetas de nuestra Escuela. .
1.- Profesor,
¿Cómo fue su formación en México y qué elementos destacaría de su experiencia
en aquel país?
Estuve
en México en 1967, con la intención de estudiar Antropología. Mi vocación ya estaba
definida. Fui a la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Eso representó
para mí una manera de darle cabida a otra de mis vocaciones, la vocación por la
historia.
En
México, en el pregrado, la antropología y la historia se estudian
conjuntamente. En el caso de la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
dependiente del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de la
Universidad Nacional Autónoma de México, a partir del quinto semestre, de acuerdo
al pensum, elegí la mención etnohistoria. Eso me permitió vincular dos de mis
vocaciones. La antropología y la historia. Hago mi pregrado en Antropología y
luego un postgrado en Etnohistoria. Abordé ambas áreas. En mi tesis de Maestría
demostré sin mayores esfuerzos las bondades de la unión de las metologías
histórica y antropológica.
Ya
en Venezuela ingreso por concurso de oposición a la Escuela de Historia de la
UCV. Como trabajo de ascenso hago un trabajo de corte teórico que vincula ambas
áreas. Lo titulé: Antropología e
Historia, una relación necesaria. Ese trabajo obtuvo la mención
publicación, pero no me he preocupado por hacerlo, aunque ciertas personas me
han animado, entre otros el profesor Arístides Medina Rubio. La gran
experiencia de tipo intelectual que tuve fue haber cursado pregrado y postgrado
vinculando la antropología y la historia, pero confieso, además, que mi otra
gran vocación es la literatura.
Todas
las actividades de extensión que he realizado hasta el momento han tenido esa
vinculación entre ambas ramas del conocimiento. Una alternativa metodológica
bien interesante. Todos los antropólogos deberían estudiar historia y todos los
historiadores deberían estudiar antropología. Tratándose del estudio del hombre
se debería estudiar ambas disciplinas como síntesis de la existencia humana
para tener una aprehensión más clara del Hombre y la sociedad, sobre la
historia de las ideas, la organización social, el trayecto físico y el
intelectual del ser humano, etc.
El
trabajo que presenté para ascender a la categoría de Agregado, el Diccionario de Cultura Popular, tiene
que ver con asuntos antropológicos, la cultura tradicional de Venezuela,
vinculados a la historia.
Pretendo
ascender a la categoría de Asociado con el trabajo El Diablo en Venezuela, certezas, comentarios, preguntas. Allí hay
un recorrido de cómo el concepto occidental de Satanás, de demonio, y la
concepción del mal en la cultura judeo-cristiana, se ha visto en Venezuela, lo
cual también tiene que ver con asuntos antropológicos e históricos, amén de los
psicológicos.
Han
sido tres momentos –además de Electivas y Seminarios que he dictado en la UCV y
en la UCAB– donde he demostrado fehacientemente que esa vinculación enriquece
el conocimiento sobre el hombre, en general, y el ser humano venezolano y su
cultura, en particular.
En
El tiempo prehispánico de Venezuela es
un libro en el también manejo ambos criterios. Otros trabajos, artículos, tesis
dirigidas, conferencias, me han servido para seguirlo demostrando.
2.-
¿Cómo fue su relación con el etnohistoriador Miguel Acosta Saignes?
Me
hubiese gustado que hubiera sido mucho más larga. Fue muy corta pero muy
sustanciosa, muy nutritiva. Una tarjeta personal me presentó a Miguel Acosta
Saignes. Mi tutor de la maestría, en México, Ángel Palerm Vich, una persona
extraordinaria, amigo de Miguel Acosta en México, me pidió que se la llevase. Llamé
a su casa –que tiene el hermoso nombre mesoamericano Quetzalcoatl–, pautamos
una cita y fui a llevarle la tarjeta. Allí comenzó a recomendarme cosas. Ya
Miguel Acosta estaba jubilado. Me mostró algunos de sus trabajos en proceso, de
índole económica, sobre esclavos... Murió en 1989.
Yo
conocía ya a Miguel Acosta desde su obra. Me pareció encantador, prometedor,
inspirador, hasta el punto de que cuando a la esta Escuela, primero contratado
y luego por concurso, siempre procuré buscar a Miguel Acosta. Hablábamos. Me
dijo que yo era el segundo Etnohistoriador de Venezuela, y que sería
interesante que recuperáramos el funcionamiento del Instituto de Antropología e
Historia. Me lo planteó en dos o tres ocasiones. Años después, revisando
material, hablando con algunas personas, ya en los ochenta, constaté el
extraordinario trabajo de ese Instituto bajo la dirección de Miguel Acosta y de
Angelina Lemmo.
A
través de sus estudiantes también conocí a
Miguel Acosta. Siempre hablaban de él en términos laudatorios. Miguel
Acosta dejó una huella imborrable con su ética como investigador, su seriedad,
en la aplicación clara, definida del método etnohistórico.
Convivimos
siendo miembros del jurado de un trabajo de ascenso de un profesor de
Arquitectura, referido a culturas indígenas americanas; también con el profesor
Pablo Ojer, profesor de la Escuela de Historia y personaje muy importante de la
historiografía venezolana.
Miguel
Acosta Saignes fue jurado de mi trabajo de ascenso para profesor Asistente.
Supo entender mis intenciones como joven investigador, como joven
etnohistoriador. Supo leer la carga que tiene el trabajo en cuanto a la
vinculación antropología e historia. Sus intervenciones fueron siempre
elogiosas en cuanto a la relación de ambas disciplinas. Eso fue un aval para
mí. El fue un Maestro, mi Maestro a distancia, como solía referirme a él; y es uno
de los etnohistoriadores más connotados de América y probablemente del mundo.
La importancia del personaje me motivó a incentivar a un estudiante de la
Escuela, Emeric Fernández, quien hizo una excelente tesis sobre él. Una buena
base para esta hermosa aventura académica fue la cronología exhaustiva desde
1908 hasta 1989, que decidí confeccionar, en la que no hay un año que Miguel
Acosta no tenga una participación en la vida del país, la universidad, la
etnohistoria. El personaje es cautivante. Luego, la Fundación Polar para su Diccionario de Historia de Venezuela me
pidió que redactara su biografía. En las pasadas jornadas de investigación
humanística, en honor a Miguel Acosta y a Ángel Rosenblat, dicté la conferencia
Miguel Acosta Saignes: Un humanista
conjugado en presente. Finalmente, hice un seminario en la Escuela: Las Venezuelas posibles de Acosta Saignes,
Picón Salas, Briceño Iragorry, Angelina Lemmo y Cabrujas.
3.-
¿Cuál es su percepción acerca de la presencia de la antropología en la
formación actual del historiador en nuestra Escuela?
Siento
que muchos investigadores han resuelto la amalgama de ambas ciencias, pensando
en términos interdisciplinarios. Desde la antropología ha surgido un
acercamiento a la historia, acercamiento que se ha traducido en etnohistoria.
Yo
diría que todavía hay sectores entre los historiadores que se comportan de
manera muy ortodoxa pues pareciera que no les importa mucho la relación de la
historia con otras ciencias. Los franceses, los italianos y varios españoles han fortalecido
aquella relación, y en muchos países de América, principalmente México, también
se encuentra “la dupla”.
En
Venezuela se han venido dando muchos trabajos etnohistóricos, lo que se traduce
en que ha habido convivencia metodológica entre historiadores y antropológos.
En la Universidad de Los Andes en Mérida, por ejemplo, hay un postgrado en
etnohistoria. Elías Pino Iturrieta, otro ejemplo importante, crea un seminario
que estudia las Mentalidades, asunto que para abordarlo es necesaria la
presencia de un antropológo.
Para
obtener la mentalidad local, regional, las características culturales, tienes
que ver el asunto antropológico. La vinculación es altamente necesaria. En la
Escuela de Historia sí se refleja esta vinculación.
4.-
¿Cuál es su opinión sobre el actual pensum de la Escuela de Historia?
Es
una maravilla, pero perfectible, como toda obra humana. Me parece acertado eso
de que haya un ciclo básico, uno de pre-especialización y otro de
especialización o “las menciones”. Disponemos de tres departamentos, asimismo,
acertados en su estructuración: Formación pluridisciplinaria,Teoría y práctica
de la historia y el de Formación histórica especial.
Los
tres departamentos hablan de una organicidad que ha resultado bastante
funcional. El estudiante de historia primero entra al básico, donde se le nutre
de una serie de materias instrumentales, de grandes áreas del conocimiento
sobre el ser humano, lo antropológico, lo demográfico, lo estadístico, etc.
Además de esas materias instrumentales, se les ofrece técnicas de investigación
documental y se le introduce a las historias de América, de Venezuela y a la
Universal. En el ciclo de pre-especialización recibe conocimiento de teoría y
método, donde afina sus conocimientos sobre filosofía de la historia, de
economía, geografía y sobre la historia escrita en historia de la
historiografía universal y venezolana. En las menciones el estudiante puede
especializarse en historia de Venezuela, Universal o de América. Esto es a
grandes trazos el pensum. En la revisión del pensum que se planteó en algún
momento, sugerí que se eliminara las menciones, que tuvieron su razón de ser en
algún momento pero que a mi modo de ver ya no la tienen.
Los postgrados actualmente
están fortalecidos. Antes, cuando un estudiante iba al mercado de trabajo se le
preguntaba cuál era su especialización. Ahora no es así. Los estudiantes de las
menciones ven materias no contempladas en su pensum como electivas. Esto hay
que arreglarlo, los estudiantes cursan materias obligatorias como electivas y
probablemente no puede cursar electivas interesantes sobre otras áreas del
conocimiento.
Esta
situación, sin embargo, ha intentado subsanarse con el Programa de Cooperación
Interfacultades, pero creo que no resuelve el problema de fondo. Debemos buscar
un cuerpo de materias único para todos los estudiantes de la Facultad de
Humannidades y Educación…
También
propuse pasar el contenido programático de algunas materias a otras. Eso nos
liberaría créditos para usarlos en otras materias. En 16 semanas de clase no se
puede revisar críticamente la historiografia universal ni la de Venezuela, por
ejemplo. Se podría abrir otro curso, el II, en ambas, para completar la
formación.
También
sugerí revisar las tres geografías y tener una sola estadística. En Demografía
histórica podría rescatarse la idea de que los estudiantes vayan a las
parroquias y revisen los censos, haciendo de esta asignatura una materia
teórico-práctica, como hice en varias ocasiones con Antropología en el Básico.
Vamos
a ver qué ocurre en la próxima reunión de la comisión de pensum. La Paleografía
es muy importante. Hay que usar las fuentes orales en las técnicas de
investigación, por ejemplo. Los mapas, el componente geográfico, cartografía.
Eso es importantísimo. Yo creo que un estudiante de historia debe manejar esas
técnicas, y fotografía, lectura e interpretación de mapas…, y es que, como nos
lo recuerda siempre Lucien Febvre… la historia no sólo se escribe con textos.
La extensión en la Escuela de Historia
Profesor Strauss, gracias
por su tiempo y sus atenciones en la Dirección de la Escuela de Historia.
¿Cuáles han sido sus actividades de extensión en los treinta años de ejercicio
docente en nuestros espacios?
Gracias por esta
deferencia; tengo entendido que Uds. forman parte de un proyecto de
investigación para reconstruir la historia de la Escuela de Historia de la
Universidad Central de Venezuela. Eso me parece muy bien porque toda
institución, y más una Escuela de Historia, necesita conocerse en todos sus
niveles, sobre todo en una Facultad que nunca ha estado de espaldas al país.
Tengo entendido que hay fechas no muy precisas para establecer la historia de
las distintas escuelas de la Facultad. Me parece interesante, entonces, que
alguien haya asumido, en este caso la profesora Antonieta Camacho, la tarea de
hacer una historia de nuestra Escuela. La primera que se escribe, hasta donde
puedo afirmarlo.
He compartido treinta años
en esta Escuela, veinticinco como coordinador académico. Por una serie de
circunstancias, estoy ocupando ahora la Dirección de la Escuela, cargo que
nunca quise pero que me tocó asumir. Y lo estoy asumiendo.
Ustedes preguntan sobre las actividades de extensión. De hecho ha habido muchas, todas muy importantes, y en las que ha habido una participación masiva de los estudiantes. En mi caso concreto, que es a lo que se refieren, por mi concepción de que la antropología y la historia deben estar vinculadas, he desarrollado aquí, desde que llegué en 1975, una serie de actividades que han buscado poner en contacto al estudiante de historia con otras realidades del país.
Como antropólogo vinculado
al área historia, pienso que la historia debe tener una capacidad muy clara y
definida de mirar hacia el futuro, tomando en cuenta, por supuesto, el pasado.
Es por eso que no concibo la antropología, la arqueología, etc. como ciencias
auxiliares de la historia, sino como parte de la historia misma. Me parecía y
me sigue pareciendo que un estudiante de historia debe estar cerca del discurso
antropológico, de la práctica antropológica en prácticamente todas sus áreas de
conocimiento: la arqueología, la lingüística histórica, la
etnografía/etnología... Como etnohistoriador, defiendo la idea de que para la
historia de algunos sectores de la sociedad, en este caso la venezolana,
particularmente de aquellos sectores que por razones que no vamos a discutir en
este momento, no aparecen, son invisibles en nuestra historiografía
tradicional, como por ejemplo los indígenas, los negros…, de modo que hay que
buscar las fuentes que permitan el estudio de estas minorías étnicas, por
darles el nombre con el que se las conoce en la teoría social.
Me pareció útil siempre
que un estudiante de historia, por lo menos en el ciclo básico del pensum de la
Escuela, se vinculara con otras alternativas del conocimiento del ser humano y
de la sociedad venezolana. Me pareció interesante, por ello, que conociera in
situ excavaciones arqueológicas, fiestas tradicionales, visitas a distintas comunidades,
de manera que en mis clases de antropología incentivaba que visitáramos sitios
arqueológicos, que nombrase alguna comisión –que terminaba siendo todo el curso–
para preparar de manera idónea la visita a un lugar previamente seleccionado, y
que documentáramos el lugar en su historia, su geografía, economía, política,
demografía, en el aula, para luego ir a conocer el sitio en su realidad. Fue
extraordinario. Eso generó una vinculación con otras Escuelas. Yo procuraba que
los estudiantes entraran en contacto con estudiante de la Escuela de antropología,
de sociología, de geografía, de archivología, etc.
Recorrimos varios sitios
arqueológicos del país, la mayoría en estudio por parte de arqueólogos
venezolanos. En lo que pude medir, eso representó para los estudiantes que
vivieron esas experiencias una manera distinta de ver el pasado, ese pasado
remoto que sólo es recuperable por la arqueología, que el estudiante, entonces,
pudo tener al alcance de sus manos pues convivió con él…
En el caso de El Tocuyo, estado
Lara, por ejemplo, llevé a los estudiantes a que participaran en una excavación
arqueológica. Se trataba, como las llamé, de excursiones académicas en las bajo
mi dirección y la de arqueólogos reconocidos, los estudiantes de historia participaban.
Estaban extrayendo, y viviendo, para su análisis, una parte del pasado de su
país.
Fue una experiencia de una
semana, si mal no recuerdo, que está documentada, principalmente en fotografías
del sitio arqueológico. Como disponíamos de transporte de la UCV, generalmente
pagado por mí, –porque tramitar los viáticos siempre era un problema–,siempre
contábamos con la ayuda de los conductores, que no cobraban. Creo que una de
esas personas terminó estudiando historia.
Los estudiantes hablaban con
la gente, se interesaban por la vida de la gente, con entrevistas,
conversaciones, etc. Participaban. En muchos casos algunos escribieron sobre
las localidades, la experiencia, la gente. Con esto vivíamos la hermosa
experiencia de la historia oral, por ejemplo, amén de que muchas de esas gentes
invitaban a los estudiantes a sus casas, no sólo para ofrecerles/ofrecernos un
cafecito, una bebida, sino para mostrarnos fotografías de su familia, de sus
ancestros…
En un viaje que organicé a
San Rafael de Mucuchíes, en el estado Mérida, estuvimos quince días en una
vieja casa que alquilé. Como ya conocía la localidad existía un vínculo: la
fundación de Un Solo Pueblo, que hicimos en 1976, yo tenía contacto con esos
pueblos andinos y otros. Los estudiantes podían conocer otras realidades.
Fueron quince días de
trabajo extraordinario, que monté utlizando la figura de un taller. Por
ejemplo, dedicábamos cinco días a leer textos que, previamente y por petición
mía, eran sugeridos por profesores de la Escuela en distintas materias. Nos
reuníamos todos los días a discutir los textos. En la segunda parte del día
salíamos por el pueblo para conocer a la gente. Se dieron muchas cosas como
grabaciones, conocimiento in situ de constumbres locales, tradiciones, leyendas,
gastronomía. Conocer la vida de la gente en su cotidianidad.
Se generaron varios
ensayos sobre la historia de San Rafael de Mucuchíes, lo cual nos vinculó con tesistas
de la Universidad de Los Andes. Una experiencia interesante de ese viaje fue
que hice una distribución de tareas: hombres y mujeres fregaban platos,
compraban en el pueblo los insumos para la comida, limpiaban la casa...
El estudiante de historia
sintió otro país, el que no está en las aulas, en los libros. Fue muy
interesante.
Otra experiencia que
recuerdo es la ida de dos autobuses de la UCV a Sanare, estado Lara, a
presenciar un tamunangue, el 13 de junio, día de San Antonio. Es una fiesta
interesante porque reúne elementos negros, indígenas y españoles, las tres matrias
de la cultura venezolana. Estuvimos cinco días, lo que significó no sólo vivir
la experiencia del tamunangue, sino que el estudiante tomó fotografía, conoció
el sistema de cultivo del piedemonte, los descendientes en la zona de las migraciones
de canarios... Visitamos prácticamente todos
los pueblos de los alrededores y, como en las anteriores, conversaron con la
gente y vivieron una bonita experiencia.
También fuimos a Vigirima,
estado Carabobo, varias veces, con el incentivo de mirar los petroglifos y
vivirlos de cerca y hacer levantamientos según las pautas de preservación de la
arqueología para este tipo de monumentos. Después, muchos estudiantes fueron por
sus propios medios y prepararon trabajos sobre esta experiencia y los
expusieron en mis clases de antropología.
La otra experiencia que
recuerdo es la que hicimos con la Escuela de Geografía, para fortalecer vínculos
con otros sectores de la Facultad y de la Universidad. Con la Escuela de
Geografía recorrimos el Camino de los Españoles, desde Caracas hasta Maiquetía,
donde nos aguardaba un autobús para traernos de vuelta. Cantidad de alumnos y
de profesores. Llevamos mapas, convertimos el Ávila en un aula abierta. Estudiamos,
netre otras cosas, el papel del elemento geográfico en la conquista de Caracas,
por supuesto con estudios previos. Una experiencia muy bella. Era un país muy
seguro.
Pero en la medida en que Venezuela
se fue haciendo insegura, fui reduciendo esas excursiones académicas. Para todas
esas excursiones redactaba no sólo información que imprimía, distribuía y
discutíamos en clase, previamente, sino que redacté reglamentos de conducta.
Prohibido fumar, tomar licor, obviamente drogas, aunque nunca tuve conocimiento
de que eso existiese en la Escuela. Yo tenía un reglamento, un código de
conducta. No sólo como miembros de la excursión académica, sino también cómo
debía comportarse el estudiante frente a lo que veía. Con metodologia
antropológica, respetando al otro. La experiencia tenía todo un alto contenido
ecologista, prohibiendo maltrato a animales, a la vegetación. Tenía previsto
hasta dónde hacer las necesidades fisiológicas, para no alterar nada. Me hacía
acompañar de dos bomberos de la Universidad para primeros auxilios, etc.
En una experiencia
interesante, claramente ecologista, junto a la Escuela de Antropología, fuimos
a la Cueva del Guácharo. En la quebrada de Aparicio, contaminada con basura,
recogimos en esas bolsas negras que entonces se estaban poniendo de moda lo más
que pudimos y fuimos a botarla en un basurero adecuado en Caracas. Nos vinimos
con esa satisfacción de hacer una limpieza bastante profunda en ese lugar. Las
bolsas nos las trajimos en el pasillo de los dos autobuses que fueron. Creo que
en el Centro de Excursionismo de la UCV hay fotografías de esta experiencia.
Otra que recuerdo tiene
que ver con Zaraza, estado Guárico. En la Escuela de Historia estudiaban dos
zarazeños que después de una de mis clases se motivaron y me invitaron a
Zaraza. Esa práctica duró un año. Esta gente de Zaraza encontró en las clases
de antropología una manera de llevar a cabo cosas que querían hacer desde su
época de bachillerato por amor a su comunidad.
Sus abuelos, tías, papás,
mamás, les contaban que había celebraciones, dulces, cosas gastronómicas, etc. que
se habían perdido. Ellos identificaron la posiblidad de que eso se conociera.
Pongo a funcionar el método antropológico y fuimos a Zaraza. Organicé un grupo
calificado, no masivo, porque tampoco se trababa de que llegara toda la Escuela
a Zaraza. Estuvimos revisando los archivos de Zaraza, de alli salió un tema de
tesis de una estudiante de Universidad de allá, creo que la UNELLEZ. Por
cierto, también estaba una muchacha de apellido Pinto, recuerdo, que ahora es
directora de una institución importante de por allá. Hubo resultados muy
bonitos, conversaciones, conferencias. Nos metimos en los archivos y se planteó
organizar el archivo municipal, pero eso no se consolidó.
Los estudiantes luego iban
por su cuenta. Se multiplicó la intención que yo tenía al respecto. Reuní estas
iniciativas en el TAVE, Taller Venezuela Etnohistoria. Me pareció necesario
darle una forma institucional, orgánica. Tenía que ver con la unión de la
antropología y la historia; Es decir, la etnohistoria.
Tantos años ya de estas maravillosas y nutritivas experiencias, tan humanas, tan históricas, tan antropológicas, tan etnohistóricas. Celebro la permanente presencia de los recuerdos. rask.
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