Antropología,
Historia y Mentalidad y el cambio y el no–cambio en la cultura popular
tradicional, por Rafael A. Strauss K./UCV
“Antropología, historia y mentalidad: el cambio y el no
cambio”©. Ponencia
presentada por Rafael A. Strauss K./UCV
en Venezuela: Tradición en la Modernidad.
Simposio sobre Cultura Popular, Universidad Simón Bolívar-Fundación Bigott,
Caracas, 1998. Participación prevista en la Mesa 2: Acercamiento teórico y
metodológico a la Cultura Popular, moderada por Javier Lasarte. Publicada en el
libro: Venezuela: Tradición en la
Modernidad. Primer Simposio sobre Cultura Popular, Universidad Simón
Bolívar-Fundación Bigott, Caracas, 1998, pp. 135-147.
Como aporte a la discusión que nos ha reunido en esta mesa de
trabajo y al espíritu general de este Simposio, nos parece útil arrimar algunas
de las consideraciones que hemos hecho en relación a la manera en que se ha
asumido en Venezuela el estudio de la cultura popular. Quizá valga la pena una
suerte de recuento histórico, principalmente en lo conceptual y lo
metodológico, porque nos parece que un elemento que ha sido ignorado, es la
importancia, significación y aportes de la disciplina histórica, preocupación
que siempre hemos tenido, y que tangencialmente retomamos a propósito del
Diccionario y Noticias de Cultura Popular Tradicional de Venezuela, proyecto
que nos está patrocinando la Fundación Bigott y que se encuentra en estos
momentos en su etapa de redacción definitiva.
Una de nuestra preocupaciones ante el cúmulo de información
que hemos recabado fue la de encontrar una manera de percibir el cambio en una
cultura tradicional y cómo incorporar el dato concreto al contenido o
caracterización de la voz correspondiente, en un momento dado. Por las
características mismas del mencionado Diccionario y Noticias –la de informar–
desechamos el problema del cambio como preocupación nodal, pero a la luz de los
objetivos del presente Simposio nos pareció interesante, y posiblemente
enriquecedor, traer a este escenario algunas de las reflexiones que hicimos al
respecto. Ante la pregunta de si cambia la cultura tradicional, la respuesta
fue afirmativa; pero visualizábamos la idea de que la lentitud del cambio
parece no alterar la esencia de esa cultura, lo que permitiría reconocer en su
estructura, historia y características de sus expresiones buena parte de
nuestra mentalidad, amén del proceso mismo de cambio, idea esta que no deja de
ser interesante.
En una breve
revisión de la interpretación dada en Venezuela a los términos folklore y cultura popular, en los ámbitos académico, institucional y socio-organizativo,
podrían hacerse dos cortes cronológicos: uno que se iniciaría en el siglo XIX y
concluiría hacia 1970 y otro desde 1970 hasta 1989 o la década de los noventa.
Por supuesto que no perseguimos con este punto la construcción de un discurso acabado
sobre la conceptualización y terminología utilizadas en Venezuela para abordar
"lo popular venezolano", cuyo estudio, análisis y síntesis aún están
pendientes en nuestra ciencia social. Ello no significa, sin embargo, que no
existan algunos ensayos que han aglutinado, sistematizado e interpretado
históricamente un corpus de autores, obras y reflexiones acerca de lo popular y
asuntos afines.[i]
De tales ensayos podemos inferir una consideración general que, ubicando el
problema en términos históricos, lo ha reducido, podríamos decir, a dos grandes
lineamientos: 1) Desde finales del siglo XIX hasta la década de los 70,
predomina la utilización del término folklore, acompañado por una serie de
interesantes matices que se aprecian tanto en la producción literaria
–costumbrismo, tradicionalismo y criollismo– como en la producción no
literaria. 2) Desde principios de los 70 hasta nuestros días se da una especie
de convivencia acrítica de los términos folklore y cultura popular, en la que
básicamente ha predominado la utilización de este último. En el primer
lineamiento subyacen elementos que permitirán configurar el debate conceptual
que se desarrollará a partir de la década de los 70 y que aún está vigente.
Dicho debate se fundamenta en una oposición entre los términos folklore, pueblo
y cultura popular, básicamente, tal y como puede apreciarse en las siguientes
definiciones, presentadas aquí grosso modo.
Teófilo Rodríguez,
en 1885, concibe el folklore como un conjunto
de preocupaciones y creencias tan generalmente arraigadas, tan cuidadosamente
conservadas, que llegan por sí solas a formar una como historia especial...
Y Arístides Rojas afirma que se trata del
porqué popular de todas las cosas. Tulio López Ramírez, en 1945, incluye
dentro de su idea de pueblo no sólo a
los que llevan un vivir rural -que es la idea que subyace en la mayoría de
las definiciones del momento- sino
también a las clases bajas urbanas y a aquellas personas que poseen una cultura
suficiente pero que en muchos de sus hechos mantienen un neto carácter
tradicionalista... En 1947, Rafael Olivares Figueroa da a la palabra pueblo
más que el sentido etimológico de la
antigua lengua anglosajona folk o vulgo, el del latino populus, en su nata
acepción, esto es, en cuanto comprende en sí todas las clases sociales;
convencido de que el folklore no es privativo de un estrato social, sino que
fluctúa, en proporción mayor o menor, en periódicas evoluciones, a través de
todos... Y Lisandro Alvarado, cuyas Obras Completas se publicarán en
1953-1955, escribirá, dice, no para los
sabios, sino para los hombres consagrados a las faenas agrícolas y pecuarias,
alejados por lo común de toda fuente de información...[ii]
Juan Liscano, desde
1947, habla del conocimiento propio del
pueblo. […] El conocimiento por comunión
que tienen siempre determinados grupos humanos, en contraposición con el
conocimiento por distinción... En su
obra Folklore y Cultura y en la crítica a la que es sometida por Ramón
Losada Aldana, se perciben tres hechos significativos: 1) Por primera vez
-hasta donde podemos afirmarlo- se vincula el estudio del folklore con el de la
cultura; 2) se utiliza la expresión cultura popular. El tercero lo proporciona
Losada Aldana en su reseña crítica al afirmar que El concepto de Folklore implica... que dondequiera que haya clases
populares existirá aquél, como una manifestación de la participación desigual
en la cultura.[iii]
Isabel Aretz, por su
parte, escribe que Los hechos
folklóricos, no importa su origen, tienen una individualidad inequívoca y
forman un paquete cultural como los que se distinguen en Etnografía... Esta
definición de la autora es una continuación de la que dio en 1957, cuando
definía folklore como la cultura
oral-tradicional que el pueblo recibe de sus mayores y que recrea de acuerdo
con la dinámica social y con la mentalidad individual, utilizando el término
pueblo en el sentido más amplio, de toda la gente.[iv]
Creemos que es
Miguel Acosta Saignes quien en 1962 sienta bases reales del problema al
establecer como sus antecedentes: 1) La vinculación real y objetiva del
"folklore" y su estudio con la Etnología -y por ende con la
antropología cultural- y no solamente con la Etnografía, como lo establecía
Aretz y, 2) al sustentar su concepción de pueblo sobre bases socioeconómicas.
Al cuestionar las apreciaciones de Aretz, Acosta Saignes apunta que pueblo no es 'toda la gente' sino el sector
desposeído de toda esa gente, y escribe que folklore es el conjunto de los bienes culturales propios de los
sectores económicamente inferiores en las sociedades civilizadas.[v]
Los primeros años de
la década de los 70 encuentran una significativa acumulación de insumos de
corte conceptual y contenido polémico potencial acerca de la terminología con
la que "lo popular" venía siendo calificado. En las instituciones oficiales
encargadas de abordar "lo folklórico" -Instituto Nacional de
Folklore, Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore-Cefortec y
Museo Nacional de Folklore- se conformará uno de los polos del debate, que
realmente comenzó a perfilarse hacia los últimos años de la década de los 40 y
que a principios de los 70 adquiere el perfil de una discusión en la que
podrían sobresacarse: un polo conformado por lo que se visualizó como cultura
oficial, al que se contrapuso el de cultura popular tradicional o, más
genéricamente, cultura popular. Con esta expresión se intentaba señalar, en
esencia: 1) las manifestaciones culturales del pueblo venezolano, así como el
"estudio" que de ellas se hizo, y que antes se ubicaban dentro del
folklore y, 2) una manera de diferenciarse de la concepción y metodología
"oficiales" –particularmente por aquellas agrupaciones de
investigación y proyección de la cultura popular que surgieron o se
fortalecieron a partir de 1976 o inicio de lo que hemos denominado período del
boom– y una manera de insertar sus trabajos principalmente dentro de los
parámetros de la antropología. Este primer deslinde, que comienza por un mero
deseo diferenciador, va a proporcionar beneficiosos insumos y a propiciar
excelentes resultados en cuanto a la profundización de un debate que como
discusión más o menos abierta, se prolonga por lo menos hasta 1986.
Tal profundización
llamó la atención, principalmente sobre dos puntos: la evidencia de que, con
contadas excepciones, nuestra cultura popular sólo había sido descrita y
escasamente analizada –dentro de una visión folklorizante de la cultura del
pueblo– lo que producía la falta de un corpus que facilitara sobre todo su
enseñanza. Esta situación hacía que la cultura popular fuese visualizada, entre
otras cosas, como atraso y hasta como una parte molesta de la 'cultura
venezolana', fortaleciéndose la vieja idea de la ubicación de los sectores
populares inmersos en el "progreso de la sociedad industrializada y
capitalista", idea que para muchos ha seguido vigente tanto en las
estrategias de sus trabajos como en sus consideraciones. Otro de los puntos
visualizados representó una firme respuesta a un problema que fue planteado de
manera contundente, sobre todo desde el sector universitario: el abordaje científico
de nuestra cultura popular, sólo que tal abordaje ni se hizo ni se está
haciendo de manera interdisciplinaria, y se ha caracterizado por ser un trabajo
con base científica pero personal y grupal y hasta institucional público y
privado, pero desvinculados entre sí.
Es posible apreciar
esta situación recordando, por ejemplo, que a lo largo de la década del 70 y
hasta bien entrados los 80, ocurren varios hechos que van a ser respuestas
críticas, pero desconectadas entre sí, al estancamiento que caracterizaba a los
estudios de la cultura popular venezolana.[vi] En 1979
Miguel Otero Silva escribía, por ejemplo, que el folklore se ha circunscrito a su condición de materia de estudio [...]
Nosotros creemos firmemente que, en
tanto los museos, las bibliotecas, las orquestas, la radio, la televisión, el
cine, el teatro y el folklore existan al margen del pueblo, de los barrios, de
la provincia, en tanto no se le adjudique al pueblo su papel creador, nuestros
organismos estatales de cultura no sobrepasarán los límites burocráticos ni
dejarán de desenvolverse como estériles laboratorios...[vii] Y una muestra de aquellos hechos puede
ser iniciada con el reporte del Congreso Cultural de Cabimas, Zulia, en
diciembre de 1970, cuya temática si bien no se refirió específicamente a lo
folklórico abordó en ponencias y resoluciones la situación social, económica,
política y cultural, lo que suministró elementos que años después se retomarían
en una discusión todavía vigente, sobre cultura popular en general y sobre
cultura popular venezolana en particular. En mayo de 1976 un grupo de personas
constituimos la agrupación Un Solo Pueblo, cuyo trabajo, así como el
inmediatamente posterior de otras agrupaciones musicales, ampliamente conocido,
merecería, por sus características, espacio especial. En junio de 1976 se
celebra en Tovar, Mérida, el Primer Encuentro de Organismos y Trabajadores de
la Cultura del Occidente del País; en diciembre de 1977, se celebró en
Barquisimeto, Lara, el Encuentro por la Defensa Nacional de la Cultura "Aquiles
Nazoa", cuya célebre frase Creo en
los Poderes Creadores del Pueblo va a fungir de guía y de lema en éste y en
otros eventos, entre los que destacan el Encuentro de Calabozo, Guárico, y el
Encuentro Nacional Estudiantil y de Trabajadores, celebrado en Mérida del 1 al
4 de junio de 1978. En mayo de este mismo año se da en el Zulia el Encuentro de
Maracaibo y en el mes de junio se instalan en Barquisimeto las Primeras
Jornadas Nacionales de Antropología Crítica. El 17 de julio de 1979 se
inaugura, en Caracas, la Primera Jornada sobre El Indígena y la Identidad
Nacional. En abril de 1980, en un acto de calle celebrado en Caracas (Sabana
Grande) se da a conocer la Fundación Nacional de la Cultura Popular. Hacia
finales de mayo de 1981 se anuncia la celebración de las Jornadas de la Cultura
Negra; para noviembre de ese mismo año, el Festival de la Otra Cultura, en
Caracas (Parque del Este), y ese mismo mes se celebra el Primer Seminario de
Promoción Cultural y Comunicación Alternativa.[viii]
El 15 de mayo de 1982
se inauguran oficialmente los Talleres de Cultura Popular de la Fundación
Bigott, única injerencia efectiva, y permanente, de la empresa privada en el
escenario de la cultura popular venezolana. Los Encuentros Nacionales de
Animadores Culturales-Plan Sebucán y el Primer Congreso Interamericano de
Etnomusicología y Folklore fueron los únicos eventos -hasta donde es posible
saberlo- organizados por las instituciones oficiales encargadas del estudio del
folklore. Ambos eventos ocurren en 1983 y su importancia para esta breve
ejemplificación estriba en que la tendencia de la mayoría de las ponencias
-particularmente en el encuentro interamericano- van a destacar la
característica marcadamente descriptiva de los estudios del folklore y el
eventismo en el que continuaba lo que los sectores renovadores calificábamos
como Cultura Popular Oficial.
Es posible que la
carga sarcástica con la que indirecta o directamente fue manejada esta
expresión y el espacio que comienza a ocupar lo que se proponía como cultura
popular, hayan sido causas para que el Consejo Nacional de la Cultura, creara
el 20 de junio de 1985 la Comisión Reestructuradora de los organismos
oficialmente encargados de abordar el folklore venezolano. Esta Comisión,
constituida por Erika Wagner, José M. Cruxent y Rafael Strauss, presentó un
proyecto para la creación del Centro para el Estudio de las Artes y Tradiciones
Populares, cuya novedosa estructura fue extrañamente replanteada bajo los
caducos esquemas folklorizantes de la cultura popular y rebautizada como Centro
de las Culturas Populares y Tradicionales. Todo este acontecer se reflejó,
sobre todo, en la prensa y revistas nacionales y regionales, material
hemerográfico que recogió de manera bastante fidedigna el debate folklore vs
cultura popular, participación socio-organizativa, del Estado, de la empresa
privada, de las universidades en el área de lo que dichas fuentes identificaron
como cultura popular. Este material hemerográfico, que aparece disperso,
actualmente lo estamos procesando, sistematizando y analizando en la
Universidad Central de Venezuela, como parte del Diccionario y Noticias
mencionado, para tranquilidad de una parte de la historia de nuestra cultura
popular.
Esta es, brevemente, una visión del debate folklore vs cultura
popular y del tratamiento académico, institucional y socio-organizativo dado a
la cultura popular venezolana hasta nuestros días. Han continuado celebrándose
eventos vinculados de manera directa, los menos, o indirecta, los más, con el
área de la cultura popular. Desafortunadamente, han seguido siendo eventos
aislados, con una escasa capacidad de convocatoria, de proyección e inserción
social excepto dentro de círculos más bien reducidos. Continúa la inexistencia
de un proyecto cohesionador de la experiencia histórica del movimiento
renovador de apoyo a la cultura popular venezolana; un proyecto incentivador
que retome las novedosas propuestas que quedaron pendientes, planteadas, y de
las cuales apenas existen registros. Es posible que este Simposio y el
continuado y serio trabajo que ha venido realizando la Fundación Bigott, sean
motivaciones suficientes para reemprender, quizá por última vez, un interés por
nuestra cultura popular. Auspiciados por la mencionada Fundación, como dijimos,
hemos venido realizando un trabajo de síntesis del acontecer cultural de
nuestro segmento popular, como una manera de darle piso a una discusión
posiblemente más profunda y prometedora.
Lo que se está planteando, de hecho, es el destino de nuestra
tradición popular en la Venezuela contemporánea y más particularmente, en lo
que respecta a una modernidad, que según González Febre, sería "vivir
según una razón que se supone universal"[ix] y en
donde se genera una suerte de racionalidad económica y técnica que perfilaría
una vida o la vida en función de lo material. Esta actitud ha generado o
fortalecido una preocupación acerca del lugar y el destino de los valores no
materiales de la cultura, máxime cuando lo geográfico, lo demográfico, lo tecnológico,
entre otros, han generado parámetros con los que se califica a las sociedades
en tradicionales o en modernas. Vemos como positivo, por ser un elemento
metodológicamente prometedor, la superación de aquella actitud que sugería, o
lo expresaba de manera manifiesta, que la tradición y lo tradicional eran
competencia de la antropología, en tanto que lo moderno y lo modernizante lo
eran de la sociología, paradigma que si bien en sus primeros tiempos sirvió
para delimitar necesarios campos de competencia de ambas disciplinas y para
detectar áreas real o virtualmente problemáticas, fue utilizado, sobre todo en
la práctica, de manera estática y los resultados que produjo no fueron los
deseables. Creemos verlo en Venezuela en lo que a la investigación de nuestra
cultura popular tradicional se refiere. Problemas también hubo en lo que atañe
a las relaciones entre la antropología y la historia y entre ésta y la
sociología: tardó algún tiempo para que antropología e historia,
principalmente, se vincularan en el objetivo común de comprender al hombre,
hacedor de cultura y ser histórico por naturaleza y por definición, surgiendo
entonces la Etnohistoria como una alternativa metodológica idónea, y uno de sus
escenarios de interés pensamos que estaría dirigido a conocer, comprender y
medir las tensiones que produce la convivencia de lo tradicional y lo moderno.
Y esto es ya un insumo significativo y esencial para entender las
características de esta situación, tan antigua y tan particular.
Decimos antigua porque no escapa a ninguna consideración
empírica o científica el que la cultura cambia, y que el cambio se produce por
diferentes elementos, tanto internos del grupo como externos a él. Así, ninguna
cultura permanece estática pues parte de su naturaleza es el cambio al que está
permanentemente sometida. Varía, en todo caso, la frecuencia y la intensidad
del cambio social, que en palabras de W. Moore asumimos como la
"Alteración apreciable de las estructuras sociales (los patrones o pautas
de acción e interacción social), incluidas las consecuencias y manifestaciones de
esas estructuras que se encuentran incorporadas a las normas (reglas de
comportamiento), a los valores y a los productos y símbolos culturales".[x]
Creemos que la aprehensión de la cultura popular de Venezuela,
con muy contadas excepciones, no se ha asumido con una óptica diacrónica, de
proceso, y que antropológicamente se la ha abordado en la instancia meramente
etnográfica o descriptiva. Cuando miramos el cambio, no asumimos posturas de
desesperación por una pérdida, ni como una derrota, ni como una batalla ganada
por el progreso, entendiendo progreso como "un movimiento en dirección a
un fin u objetivo deseados y reconocidos".[xi] Cuando asumimos el cambio desde la
perspectiva de la historia, afloran la realidad del cambio mismo en la cultura,
pero debería aflorar, además, la explicación de la existencia misma de la
cultura popular, su formación, sus características generales y particulares y
la manera o maneras de preservarla, no como objeto muerto de museo sino como
demostración viva de la capacidad creadora de un pueblo concreto que, entre
otras cosas, es también capaz de cambiar, de asumir el cambio y de continuar
creando según las pautas de su creatividad. En el establecimiento de estas
pautas es donde visualizamos tanto la importancia de la historia como la
necesidad de que se elabore una síntesis de nuestra cultura popular
tradicional. Ello haría más viable la enseñanza y la difusión de las
expresiones de dicha cultura.
Es posible, entonces, que incorporemos la tradición al cambio.
Siendo la tradición un "Proceso–situación de naturaleza social en la que
elementos del patrimonio cultural se transmiten de una generación a otra por
medio del contacto de continuidad" y la tradición social "el producto
de la transmisión de generación en generación por el lenguaje oral o escrito,
aunque también por medio de ceremonias, de la idea, sentimientos y valores
relacionados con la vida de un grupo"[xii], las
transformaciones, los cambios en su cultura, tienen necesariamente que formar
parte de esa transmisión. Lo preservable, entonces, debe ser, a nuestro modo de
ver, la creatividad y la capacidad para la adaptación, tal y como nos lo ha
dicho la etnohistoria para todas las sociedades estudiadas hasta el momento, en
tanto que las creaciones o expresiones visibles de aquella creatividad pueden,
y deben ser objeto de enseñanza como historia de la comunidad, de la localidad,
de la región… y como piezas de un museo esperanzador que como tal se visualice
como valiosa fuente. En este contexto la enseñanza de la tradición que fue o es
debe convertirse en insumos para la recuperación. Algo de esto es lo que ha
caracterizado el trabajo que hasta el momento ha realizado la Fundación Bigott
en sus Talleres de Cultura Popular.
El cambio, creemos, no puede ser visto como una fuerza ante la
cual no puede hacerse nada. Esta ha sido la actitud que hemos detectado en
nuestra revisión de la manera en que se ha investigado nuestra cultura popular:
una resignación por lo que dejó de ser para irse irremediablemente, pero los
organismos oficiales encargados de nuestro folklore o cultura popular, apenas
plantearon alternativas poco acertadas de preservación, si vemos los pobres
resultados en apenas algunas de las áreas como la danza folklórica. Tendríamos
que esperar hasta 1976, cuando fundamos la agrupación Un Solo Pueblo y hasta la
creación de los Talleres de Cultura Popular de la Fundación Bigott, para medir
otras posibilidades de preservación, difusión y enseñanza de la creatividad y
las creaciones de nuestro pueblo.
Los resultados del llanto oficial por la pérdida se redujeron
al simple rescate –cosa no desechable, por supuesto, pues recogieron hechos y
noticias irrepetibles– pero no se contrapuso a lo inevitable del cambio un
proyecto de permanencia de lo tradicional, particularmente en el sentido de que
la tradición puede ser vista como una especie de alivio tanto para el individuo
como para el grupo, como regulador y freno del cambio social. Lo tradicional no
necesariamente tiene que ser las manifestaciones y otras formas culturales que
existieron en algún momento, porque ello sería interponer una actitud romántica
y utópica entre el cambio al que está sometida toda cultura como organismo
vivo, y sería, además, un intento por obligar a que estructuras escasamente
útiles permanezcan. Su infuncionalidad es ya una forma del cambio. No es
posible obligar a la permanencia del pilón ante la existencia de la harina
precocida para hacer las arepas y otros platos de la gastronomía típica, cuando
el uso de esta harina liberó a las hacedoras de arepas del tiempo que antes
empleaban en pilar y otras actividades… El problema comenzó a ser cómo
conseguir la harina y qué hacer con ese tiempo libre. Al dejar de pilar, al
dejar de moler caña, por mencionar sólo algunas actividades, fueron decayendo
los hermosos cantos de trabajo; pero es conocida la experiencia de cantos
colectivos en el trabajo de las modernas fábricas europeas y asiáticas de los
años cincuenta o los cantos que se produjeron en los modernos centrales
brasileños o usinas. Creemos que esta actitud envió el importante mensaje de la
capacidad creadora y re–creadora del ser humano ante el cambio, a pesar de la
resistencia natural que hacia éste suelen tener el ser humano y las sociedades.
Quizá sea interesante retomar como modelo de investigación de nuestra
cultura, lo que propusimos como característica de la indagación, y posterior
proyección, en el trabajo de la Agrupación Un Solo Pueblo y en el de agrupaciones
que como Candela (Zulia), Luango (Yaracuy) y otras se nutrieron de aquella
experiencia. Nos referimos no a la mera extracción de información para el
informe de campo y la gloria y realización y reconocimiento personales, sino a
la convivencia directa con los cultores en una relación más humana, como se ha
venido haciendo en los Talleres de Cultura Popular de la Fundación Bigott y su
política de proyección. Ante el trabajo según el viejo estilo uno siempre tiene
la impresión de que asistían a la muerte de un moribundo sin llevar un aliento
esperanzador, pero sí cargados de toda una enrevesada conceptualización, que
apenas se comprendió alguna vez, y de cuya investidura especial y hasta
discriminante sólo es rescatable el reporte y descripciones que hicieron de
muchas de nuestras manifestaciones populares. Descripciones en las que eran
especialistas y esto debe ser mejor aprovechado como material para una nueva
concepción del rescate y difusión de nuestra creatividad y valores populares
tradicionales, siempre en consonancia con los descendientes de quienes los
crearon.
Principal material consultado
Acosta
Saignes, Miguel; "Materiales para la
historia del folklore en Venezuela". Archivos
Venezolanos de Folklore, Nº 8, Instituto de Antropología e Historia,
Facultad de Humanidades y Educación, UCV, Caracas, 1967, pp. 5-27.
Aretz, Isabel; Manual de
folklore venezolano. [1ª edición]. Biblioteca Popular Venezolana, Ediciones
del Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes. Caracas,
1957.
Castillo, Ocarina y González,
Norma; "Algunas consideraciones en torno a la conceptualización de la
cultura popular tradicional en Venezuela y su historia". Revista Inidef, 6, diciembre 1983,
Caracas, pp. 67-73.
Diseño
Operativo del Plan Bigott de Apoyo a la Cultura Popular. Informe Técnico presentado por el Instituto de Asesoramiento
Educativo [Indase] a la Fundación Bigott. Responsable: Comité Ejecutivo de
Indase: Iraida Manzanilla G. y John Dinan. Equipo Técnico: John Dinan y Rafael
Strauss K. Equipo Operativo. María T. López, José Pérez, Nildhe Silva y Luis
Ramos. [Caracas], noviembre 1990. 85 cuartillas multigrafiadas + 5 con el
Organigrama y afines.
González
Febre, Raúl; "Venezuela moderna". Sic, noviembre 1995, Caracas, p. 388.
Liscano, Juan; Folklore y
cultura. Ensayos. 1ª ed. Editorial Ávila Gráfica (Colección Nuestra Tierra,
2). Caracas, 1950. 266 p.
López Ramírez, Tulio; "Estudio y perspectivas de nuestro
folklore". Acta Venezolana,
Vol. I, Nº 2, octubre-diciembre 1945, Caracas, pp. 199-200. En 1946, Tipografía
Garrido, Caracas, 24 p., publica un sobretiro, que es reseñado por Juan Liscano
[firmado: J. L.] en Revista Venezolana
de Folklore, Tomo I, Nº 1, enero–junio 1947, Caracas, pp. 191-192.
Losada
Aldana, Ramón; "Qué es la cultura" (I y II). Cruz del Sur, Nos. 21 (noviembre) y 22 (diciembre), Caracas, 1954.
Moore, Wilbert; "Cambio". Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. Editorial
Aguilar. Barcelona [España], 1975,
Vol. 2, pp. 130–139.
Otero Silva, Miguel; Fracaso cultural del Estado venezolano. Texto
completo de la polémica conferencia de Miguel Otero Silva, en el Foro "Qué
pasa con la Cultura". El Nacional, Caracas, 12.11.1979, C1-C2 [Lo divide
así: Introducción, La República, Después de Gómez y después de Pérez Jiménez,
Sentido de una Cultura Popular]
Pratt–Firchild, Henry; Diccionario de
Sociología. F.C.E. México, 1987.
"Resoluciones y Ponencias
del Congreso Cultural de Cabimas". Reseña de Ricardo Herrero-Velarde
[Firmado: R. H-V] en Sic, Nº 332,
Caracas, 1971, p. 58 al trabajo homónimo en Trimestre Ideológico, enero-marzo 1971, Caracas.
Strauss
K., Rafael A; "Folklore". Diccionario de Historia de Venezuela.
Fundación Polar. Caracas, 1988, Tomo II, pp. 189-193.
Notas
a pie de página
[i] Miguel Acosta Saignes; "Materiales para la historia del
folklore en Venezuela", 1967, pp. 5-27; Ocarina Castillo y Norma González;
"Algunas consideraciones en torno a la conceptualización de la cultura
popular tradicional en Venezuela y su historia", diciembre 1983, pp.
67-73; Rafael Strauss K.; "Folklore", 1988, Tomo. II, pp. 189-193.
[ii] Citados por M. Acosta Saignes, en Op. Cit.
[iii] Ramón Losada Aldana; "Qué
es la cultura" (I y II), 1954.
[iv] Isabel Aretz; Manual de
folklore venezolano, 1957.
[v] Op. Cit.
[vi] R. Strauss K., Op. Cit.
[vii] Otero Silva, Miguel;
Fracaso cultural del Estado venezolano, 1979, C1-C2.
[viii] R. Strauss K., Op. Cit.
[ix] Raúl González Febre; "Venezuela moderna", 1995, p. 388.
[x] Wilbert Moore; "Cambio", 1975, Vol. 2, pp. 130–139.
[xi] Henry Pratt–Firchild. Diccionario
de Sociología. F.C.E. México, 1987, p. 236.
[xii] Henry Pratt–Firchild, Op.
Cit. p. 300.
Carta de invitación, firmada por
Antonio López Ortega, Gerente General Fundación Bigott y Carmen Elena Alemán,
Coordinadora del Simposio Universidad Simón Bolívar, Caracas, 9.2.1998.
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